Cinco novicias de nuestra Familia Religiosa se entregarán totalmente a Dios mediante la profesión de los consejos evangélicos.
Los votos religiosos nos permiten vivir en modo radical el primer mandamiento: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente.
Si queremos resumir el mandamiento del amor de Dios en una sola expresión podemos decir que se trata de amar a Dios con todo el corazón.
Ustedes saben que el corazón en la escritura indica todo el hombre, su voluntad y su conciencia, su capacidad de elegir y de decidir, se puede decir que el corazón indica la fuente misma de todo lo que es el hombre.
Decir que amamos a Dios con todo el corazón quiere decir que lo amamos con todo nuestro ser con todo lo que somos.
Y cuando amamos a Dios de este modo, entregándonos totalmente a Él, Dios se entrega a nosotros, se da como un intercambio de dones.
Esto de alguna manera fue anunciado por los profetas: lo que Dios haría con aquellos que le aman: os quitaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Y también: pondré mi espíritu dentro de vosotros. (Ez 36,26)
Jesús habla más explícitamente: Si alguno me ama, mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada con él. (Jn. 14,21).
Entonces le damos a Dios nuestro corazón, y Dios nos da uno nuevo, nos da el suyo. Esta ha sido la experiencia de algunos místicos que han experimentado un intercambio de corazones con Jesús como expresión de la profunda unión que existe entre Jesús y el santo.
Se podría decir que se produce un trasplante espiritual del corazón en el momento en el que el religioso manifiesta su total pertenencia a Dios mediante la profesión de votos…
Pero si esto es algo real, entonces tiene y debe tener consecuencias para toda persona consagrada que se entrega totalmente a Cristo e intercambia así su corazón con Jesús.
Pienso que nos puede ayudar a entender si tenemos en cuenta lo que sucede a nivel físico.
Trasplante de corazón
La ciencia habla de una memoria celular, que no es la del teléfono móvil, sino la de nuestras células. Se trata de una teoría, que sin embargo, que cada vez tiene más adeptos y parece poder demostrarse.
Esta teoría afirma que las células de nuestro cuerpo y la de todos los órganos pueden almacenar, conservar recuerdos, de tal manera que todas nuestras experiencias, nuestros conocimientos, emociones, sentimientos, todo queda registrado en nuestras células. Toda la vida que vivimos está inscrita en nuestro cuerpo: los momentos de alegría, dolor, miedo, todas las experiencias y emociones no las experimentamos en abstracto, sino que dejan una huella en nuestras células, todo queda grabado.
La “memoria celular” no sería otra cosa que el archivo completo de nuestras experiencias vividas y toda la información registrada. Según esta noción, en cada célula encontramos la información de la huella genética, la información congénita o heredada y los datos adquiridos en cada día de nuestra vida.
La primera en hablar de memoria celular fue Candace Pert, una neurocientífica estadounidense, en el año 1999. Ella afirma que la mente, no tiene solo el cerebro como órgano de apoyo, sino que se sirve de todas las células distribuidas en el cuerpo humano.
Y esta teoría, dicen los científicos, perece tener confirmación sobre todo en aquellos que fueron sometidos a un trasplante de corazón.
Se cuenta que un joven al cual le trasplantaron el corazón sin conocer la identidad del donante, después de la operación comenzó a tener pesadillas nocturnas: soñaba que lo perseguían y lo mataban Y esto se repetía muchas veces, tanto que sus padres deciden pedir ayuda a la asistencia social, la cual decide investigar sobre la identidad del donante, y descubre que se trata de un joven asesinado. Pero la historia no termina aquí. Los asistentes sociales involucran a la policía, que a partir de las descripciones minuciosas del sueño del trasplantado, logra identificar al asesino que luego confesará.
Existen otras historias menos dramáticas, como la de aquel que después haberse sometido a un trasplante de corazón, comenzó a tener grandes deseos de tomar cerveza, cuando nunca había tomado e incluso la detestaba. Entonces se preguntaba cómo podía ser que ahora deseaba tanto tomar cerveza. Investigando sobre la identidad del donante descubrió que era un gran amante de la cerveza.
Cristo vive en mi
Si esto ocurre a nivel físico, mucha más en el orden espiritual. Si uno que recibió un corazón trasplantado recibe junto con el corazón también ciertos recuerdos, experiencias, deseos del donante, ¡cuanto más debería haber de Jesús en nosotros que hemos recibido su mismo espíritu y nos ha hecho partícipes de su misma vida!
Si nosotros le entregamos nuestro corazón a Jesús, y Jesús nos da el suyo, deberíamos parecernos cada vez más a Él. Por eso San Pablo puede pedirnos con toda razón: tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús (Fil 2,1). Si a nivel espiritual se produce este trasplante de corazón, entonces deberíamos sentir como Jesús, ver, escuchar, gozar, sufrir, tener compasión, misericordia, todo como El, porque le hemos dado todo nuestro corazón a Él y Él nos ha dado el suyo.
Y alguno podría decir, yo nunca tuve paciencia…, pero ahora tienes un corazón nuevo, verás como comenzarás a ser paciente. O quizás dices yo soy muy egoísta y no siento misericordia por los otros: pero ahora tienes un corazón nuevo, verás como comenzarás a tener misericordia y compasión por los demás…
Debemos pedir el don de la fidelidad para poder ser transformados en Cristo por la fuerza de su gracia, para llegar a decir también nosotros como San Pablo: no soy yo quien vive, sino es Cristo quien vive en mí. (Gal. 2,19)