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Homilía del P. Diego Pombo, IVE, Padre espiritual de las Servidoras, el 29 de enero de 2021, en el funeral de la Hna. María Glória da Igreja

Hemos experimentado estos días cuán verdaderas son las palabras de nuestro Señor en relación al momento final de nuestra vida: nadie conoce el día ni la hora. Parecía que Dios se la llevaba. Era un miércoles y nos llamaron de la casa Provincial diciéndonos que había entrado en agonía. Fui a la casa provincial, eran las 19:30 hs. La confesé y le di la Unción y parecía que nos dejaba, era inminente, pero siguió junto a nosotros acá en la tierra una semana más.

Aunque la muerte sea inminente nadie sabe no solo la hora, sino ni siquiera el día, tenemos que estar preparados siempre, cada día, cada hora.

Otra cosa para destacar es que ella ofrecía todo por los sacerdotes: sus oraciones, sus sufrimientos, todo conscientemente ofrecía a Dios por los sacerdotes. El hecho de que nos haya dejado para pasar a la presencia de Dios el día de San Vitaliano, patrono de nuestro seminario en Italia, donde se forman y de donde salieron tantos sacerdotes que hoy están dando su vida en los confines de la tierra, creo que puede tomarse como un signo de que Dios aceptó su ofrecimiento: de que agradó a Dios todo lo que ella ofreció por los sacerdotes: y la llamó consigo el día de la fiesta del patrono del seminario para que se sume a la fiesta con San Vitaliano en el Cielo.

Se abrió el cielo

Cristo prometió a sus discípulos y a todos los que habrían de creer en El que verían el cielo abierto.

Son las palabras que Jesús dirigió a Natanael cuando éste se asombró de que Jesus lo conociera. Lo conoció antes de que Felipe lo llamara: esto quiere decir que antes de que Felipe lo llamara Jesús lo conoció lo amó y lo llamó.

Natanael responde con un acto de fe en Cristo: tú eres el hijo de Dios, tú eres el rey de Israel 

Y luego las palabras de Jesús: ¿porque te dije que te vi crees?… pasa al plural: os aseguro que veréis el cielo abierto

Entonces, para aquellos que reconocen que han sido conocidos por Cristo, es decir, amados por él y creen en él, los cielos se abren.

En la vida de Glória hubo tres grandes momentos en los que el cielo se abrió para ella.

1. El primero en el día de su bautismo. Dios la conocía, la amaba y la llamó adoptándola como hija. Ese día el cielo se abrió para ella. Ya no era una mera criatura; comenzó a ser hija de Dios. El cielo se abrió y el Espíritu Santo descendió para morar en ella para marcar indeleblemente su alma, y ​​la hizo capaz de hacer de su vida un culto para la gloria de Dios: ese es el carácter bautismal. Y Santo Tomás dice que uno de los efectos del bautismo es abrir el cielo: Abrir la puerta del reino de los cielos es quitar el obstáculo que impide entrar en él. Ahora bien, el obstáculo es la culpa y la pena consiguiente. Pero, el bautismo borra totalmente toda clase de culpas y de penas. Luego el bautismo tiene como efecto el abrir la puerta del cielo[1].

2. Segundo gran momento en la vida de Glória para la cual se abrió el cielo fue el día en que Dios descendió para hablarle al corazón y llamarla a seguirlo en pobreza, castidad y obediencia. Se abrió el cielo y Dios la llamó. La vocación es un don de Dios, es un amor de predilección por los que Él quiere: como consta en el evangelio: llamó a los que Él quiso.

Se abrió el cielo el día que Dios la llamó y se abrió el cielo el día en que ella respondió a la llamada con su consagración religiosa. Ese día también se abrió el cielo y descendió el Espíritu Santo que consumó, santificó el ofrecimiento que Glória hacía de su vida. Después Dios la volvió a llamar, a una mayor renuncia, a una vida de silencio, oración, penitencia y clausura.

3. Tercer gran momento en la vida de Glória en que se abrió el cielo fue el 27 de enero a las 17:05 de la tarde, no ya para que descienda Dios, sino para entrar ella en la presencia de Dios, y gozar para toda la eternidad de Aquel a quien ella siempre deseó, buscó y amó.

La Santa Misa abre el cielo todos los días para nosotros

Si para Glória se abrió el cielo en esos momentos determinantes de su vida, es porque por gracia de Dios reconoció y creyó que después del bautismo, todos los días se abría el cielo para ella. Como todos los días se abre el cielo para nosotros. Se abre el cielo todos los días, cuando participamos de la Santa Misa. Cuando el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración se abre el cielo: porque la Misa es vida de Cristo ofrecida por nosotros: Cristo se ofrece, va a la pasión por nosotros, es vida de Cristo ofrecida a nosotros: Cristo se ofrece comunicándonos su vida: he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Todo esto sucede cuando participamos de la Misa: el cielo se abre y Cristo se ofrece por nosotros y se ofrece a nosotros. Y se abre para que nosotros podamos ofrecer nuestra vida a Él: le demos nuestra vida, la ponemos sobre el altar para que suba hasta Dios como el humo del incienso.

Pidamos por Glória para quien creemos que el cielo se abrió de manera definitiva. Pidamos por nosotros para que sepamos reconocer y ver el cielo abierto de donde descienden a nosotros tantos dones con los que Dios nos bendice y podamos también nosotros ofrecer al cielo nuestra vida, cada día, hasta que también para nosotros se abra el cielo para siempre.

 


[1]Santo Tomás de Aquino, S. Th., III, 69, 7.

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