El pasado 19 de marzo, Solemnidad de San José, un grupo de Servidoras -entre quienes destacamos a la M. María Corredentora, Superiora General- festejaron sus Bodas de plata de profesión religiosa y la mayor parte de ellas tuvieron la gracia de peregrinar a Roma y a Tierra Santa; publicamos la crónica que escribieron para hacernos partícipes de tantas gracias recibidas. Encomendamos a estas queridas hermanas a las oraciones de todas las Servidoras, para que su ejemplo de fidelidad resplandezca siempre entre nosotras y nos estimule a vivir con alegre entrega lo que Dios dispone de cada una de nosotras.
María Corredentora
María de la Consolata
María de la Epifanía
María Francisca Xavier
María del Milagro
María del Cielo
María de la Piedad
María de las Lágrimas
María Magdalena
María Sponsa Verbi
María del Cenáculo
María de la Anunciación
María del Río Blanco
María de Lluc
María de Betania
María de Guadalupe
María de las Virtudes
Maria Mater Ecclesiae
María Madre de Dios
María del Alba
María del Corazón de Jesús
†María Inés de Jesús
“¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?”
(Sal 115)
Nuestro Instituto contaba solo 4 años cuando Dios nos quiso reunir en el mismo noviciado, bajo el patrocinio de San Bernardo. De ese grupo, por gracia de Dios perseveramos 22 hermanas, una de ellas, María Inés de Jesús, fue la primera en partir al Cielo.
Pudimos peregrinar a Tierra Santa 17 hermanas. Aunque con la mayoría de las hermanas compartimos poco tiempo en el Estudiantado ya que partimos a las nuevas fundaciones que se abrieron en USA, Italia, Brasil, Perú, Tierra Santa y Rusia; la vivencia de aquel primer año de nuestra consagración a Jesucristo en el noviciado nos marcó tan profundamente que aun 25 años después perduran los lazos de caridad y de intensa alegría, como pudimos comprobar en nuestra peregrinación a Roma y Tierra Santa. Esto no tiene una explicación natural, sino sólo la de la gracia de Dios que puede unir tan fuertemente a personas de diversos caracteres y de diversos lugares, que a pesar de las diferencias se saben unidas por una vocación en común: el haber sido llamadas por Jesucristo para seguirlo en su pobreza, castidad y obediencia.
La alegría que hemos vivido en nuestra peregrinación a los Lugares Santos, tuvo cierta semejanza con aquellos primeros días de 1992 en el Convento San José (San Rafael, Mendoza), hasta tal punto que para muchas fue como sentirse nuevamente en el noviciado…
Pero esta vez se trataba de una alegría distinta, mucho más profunda y desbordante por fundarse en el reconocimiento a Dios por todos los bienes recibidos en estos 25 años de profesión religiosa: por la inestimable gracia de la perseverancia; por comprobar en todas el mismo deseo de seguir siendo fieles a Jesucristo a pesar de nuestras miserias; por respirar el mismo amor a nuestra Congregación, quien nos formó espiritual y doctrinalmente para poder decir sí a Cristo y dar testimonio de Él en las misiones donde fuimos enviadas.
Con este espíritu empezamos la Semana Santa en Jerusalén, con la Santa Misa en la Basílica del Santo Sepulcro por la mañana y la posterior procesión desde Betfagé hasta la Ciudad Santa, aclamando junto a los miles de peregrinos congregados que queremos seguir siendo fieles a Jesucristo Rey.“Decid a la hija de Sión: He aquí que tu Rey viene a ti” (Mt 21, 1).Así llegamos hasta la cima del monte de los Olivos deteniéndonos a contemplar la ciudad Santa ante la cual lloró nuestro Señor.
En el Santuario de la Flagelación, frente al cual se conmemora el inicio del Vía Crucis participamos de la Santa Misa celebrada por el R.P. Marcelo Gallardo, quien fue nuestro capellán en San Rafael durante el año de noviciado. En la ceremonia, renovamos la fórmula de profesión religiosa, uniéndonos a la Divina Víctima que se inmolaba en el Santo Altar.
Con el pensamiento fijo en los dolores del Sagrado Corazón de Jesús participamos de las principales ceremonias del Triduo Pascual en la Basílica del Santo Sepulcro que reúne los dos lugares sagrados: el Gólgota y el Sepulcro de Cristo. También pudimos visitar los demás lugares cruciales para nuestra fe: el Cenáculo, la Basílica de la Agonía en Getsemaní y la Gruta del prendimiento. La noche del Jueves Santo, después de la oración en Getsemaní hicimos el mismo recorrido que hizo Nuestro Señor, pasando por el Torrente Cedrón hasta llegar hasta la casa de Caifás, actualmente la Iglesia “San Pedro in Gallicantu”, cuyas piedras fueron testigos de la triple negación de Pedro.
Muy emocionante fue la ceremonia del viernes a la noche en la capilla del Calvario, con el descenso de Cristo y la procesión que termina en el Santo Sepulcro.
Una sola palabra hace distintas las ceremonias en Tierra Santa de todas las que se pueden hacer en el resto del mundo: HIC. Aquí Cristo se encarnó, Aquí Cristo nació, Aquí Cristo murió, Aquí Cristo resucitó. Este HIC está testimoniado en la mayor parte de los lugares Santos por restos arqueológicos de Iglesias del siglo II, del periodo Bizantino y Cruzado, signos de una ininterrumpida devoción desde los primeros siglos de la era cristiana.
“Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo”. ¿Cómo pagar al Señor tantas gracias recibidas? ¿Cómo pagar al Señor el poder arrodillarnos en el mismo lugar donde Él nació, en Belén? En el lugar donde por primera vez María Santísima y San José contemplaron los ojos de Dios hecho Niño.
Detrás de la Basílica de la Natividad pudimos visitar el Hogar donde nuestras hermanas atienden con suma caridad a niños y niñas discapacitados. También visitamos la Casa Provincial y la Casa de las hermanas en Beit Jala, que atienden el Seminario del Patriarcado Latino de Jerusalén; y el Carmelo fundado en Belén por S. María de Jesús Crucificado.
En Ortás, muy cerca de Belén, honramos a Nuestra Señora del Huerto donde Salomón escribió el Cantar de los Cantares y que aún hoy sobresale cual vergel en medio del desierto que lo rodea.
El miércoles de Pascueta después de visitar Betania y el lugar del Bautismo junto al Río Jordán, partimos hacia la Galilea con la Madre María de Nazaret, superiora Provincial, quien nos atendió con una caridad exquisita.
En Nazaret dormimos tres días. Como la Basílica cerraba tarde pudimos aprovechar para rezar varias veces frente a la Gruta de la Encarnación, que era parte de la casita de la Santísima Virgen. En ese lugar tan particular para nuestra Congregación dimos gracias por tantos beneficios recibidos en estos 30 años de fundación de las Servidoras. Allí pedimos por nuestra amada Congregación, por la fidelidad de cada uno de sus miembros al carisma de nuestro Fundador y por el aumento de las vocaciones.
Otro regalo inesperado fue el poder, visitar y rezar ante la “tumba del Justo”, debajo del convento donde estábamos parando. Se trata de una tumba del siglo I que se conserva intacta en su forma original gracias a que estuvo cubierta de tierra hasta mitad del 1800. A la única persona de Nazaret que las Sagradas Escrituras llaman “Justo” es a San José, por lo cual, bien podemos creer que fuera suya.
Desde Nazaret pudimos recorrer los diversos Santuarios que están junto al Lago (Tabgha, Cafarnaúm, Magdala) y el Monte TaborGran alegría fue poder visitar el Monasterio del IVE en Séforis (patria de San Joaquín y Santa Ana). Allí participamos de la Santa Misa celebrada por el R.P. Gabriel Romanelli y los monjes que viven allí: los Padres Jason Jorquera y Néstor Andrada.
Casi al finalizar nuestra peregrinación fuimos al Monte Carmelo, en Haifa, donde vivió San Elías. A los pies de Nuestra Señora del Carmen venerada especialmente por la Orden Carmelita, pusimos nuestras intenciones y las personas encomendadas a nuestras oraciones.
En Jaffo pudimos rezar en la Iglesia dedicada a San Pedro, que recuerda los diversos hechos del Apóstol ocurridos allí (Cf. Hech 10, 9-23). Nuestras hermanas, que atienden la escuela primaria de la Custodia de Tierra Santa nos esperaban con el almuerzo para festejar el fin de nuestra peregrinación.
Después de Tierra Santa, algunas hermanas seguimos nuestra peregrinación a Roma. El lunes 9, Solemnidad del Verbo Encarnado, fuimos a la Abadía de Fossanova, donde murió Santo Tomás, para participar de la Santa Misa con nuestra Familia Religiosa, presidida por el R.P. Gustavo Nieto y concelebrada por sacerdotes del IVE presentes en Italia y algunos misioneros.
El viernes 13 de abril tuvimos la Santa Misa en la Basílica de San Pedro, sobre la tumba de S. Juan Pablo II. Fue celebrada por el R.P. Diego Pombo, Padre Espiritual de las SSVM quien basándose en el Salmo 135 que dice: “Dad gracias a Dios porque es eterna su misericordia”, hizo hincapié en la necesidad agradecer al Señor por todos los beneficios recibidos, porque de la plenitud de Jesucristo hemos recibido gracia sobre gracia, de modo muy particular la de la vocación y de la perseverancia. Por otro lado, recordó la necesidad de pedir perdón porque no correspondemos como deberíamos al Amor de Dios, pero confiados siempre en el perdón Divino.
Ante los restos del Juan Pablo Magno, padre de nuestra Familia Religiosa, renovamos nuevamente la fórmula de la profesión religiosa, pidiendo que él mismo presentara nuestra ofrenda a la Santísima Trinidad para que perseveremos hasta el fin. Bien podemos pensar que aquel que tuvo tanta premura para con nuestra Familia Religiosa en la tierra, la seguirá teniendo en el Cielo donde los santos están unidos a Dios de un modo perfecto.
En esta Santa Misa dimos gracias a Nuestro Señor por todos los beneficios recibidos. Nuestros pensamientos volvían una y otra vez a los años pasados. ¡Cuántas vivencias misioneras en estos 25 años! ¡Cuántas miserias nuestras y cuánta misericordia de Dios Padre para con sus hijas! ¡Cuántas cruces que nos fueron purificando, nos fortalecieron y nos prepararon a recibir nuevas gracias! ¡Cuántas almas atraídas por Dios por medio de nuestro santo hábito, de nuestros apostolados, de nuestras oraciones! Todo lo ha hecho Dios y Él cumplirá su obra en nosotros por intercesión de Su Madre Santísima, “porque es eterna su misericordia”.
El Salmo 115 citado al inicio continúa:“Te ofreceré un sacrificio de alabanza e invocaré tu Nombre; cumpliré mis votos al Señor, en presencia de su pueblo”.
Quizá sea ése el mejor modo de “pagar” al Señor todo el bien recibido: ofreciéndonos y uniéndonos cada día a la Divina Víctima en el Santo Sacrificio, cumpliendo nuestros votos “en presencia de su pueblo”, antes nuestros hermanos y hermanas de nuestra Congregación, por amor a Dios y a las almas que Él nos ha confiado.
Nos encomendamos a sus oraciones.
Hermanas del Noviciado “San Bernardo”