El 14 de mayo recibió el orden del Presbiterado el diácono Volodymir Rudyi, hijo de nuestra hermana Maria Prosfora Chysta. En su primera Misa en el Seminario Mayor en Italia, pronunció estas palabras de acción de gracias que luego le pedimos que repitiera en la primera Misa que celebró en la Procura Generalicia en Roma, el pasado 27 de mayo y que ofrecemos traducida del italiano porque creemos que puede ser de mucho provecho su lectura.
Ad laudem Dei e ad beatae Virginis Mariae honorem
Creo que todo nuevo sacerdote se encuentra con cierta dificultad a la hora de preparar su acción de gracias para la Primera Misa. Al encontrarme en esta dificultad, recordé lo que siempre nos enseñaron en el seminario: para dar mayor gloria a Dios hay que hacerlo todo a través de María. Por eso en mi acción de gracias quiero dirigirme a la Divina Madre porque Ella misma da gracias a su Divino Hijo.
Celestial Señora y Madre nuestra, consciente de tantos beneficios recibidos de tu Divino Hijo, te dirijo hoy, en esta Primera Misa, mi humilde acción de gracias para que la presentes a tu Hijo y a Nuestro Señor, dando mayor gloria a la Santísima Trinidad.
- El don de la vida
Reina y Madre nuestra, te agradezco el regalo de mi vida. El Señor Dios, en su misericordia, concedió que yo naciera en este tiempo y desde el principio me has amado con un amor de predilección, protegiendo mi vida. Te doy las gracias por haber elegido para mí mi querido país, Ucrania, que tiene una profunda fe y un amor especial por Ti. Haz, Señora, que el pueblo que siempre te ha invocado, reciba hoy de tus manos la gracia de la conversión y de la paz.
- El don de la Familia
Purísima Virgen María, te doy gracias por mis padres. En primer lugar por mi madre. Con preferencia me has preparado la devota, humilde y amorosa madre de tu Hijo. A través de ella, me enseñaste a rezar, a ir a Misa, a rezar el Santo Rosario y a amarte como a mi Madre celestial. Cómo no voy a estar agradecido por tener una Madre santa, purísima e inmaculada, que eres Tú, y la otra que quiere imitarte con sus votos profesados de castidad, obediencia y pobreza. Te ruego, Señora, que le alcances de tu Hijo la gracia de la perseverancia en su vocación y la perseverancia final, para que un día pueda gozar en el Paraíso de los frutos de sus sacrificios.
Te doy las gracias por mi padre. Me has dado un padre que, aún estando lejos, siempre estuvo cercano a mí y me apoyó en mi vocación religiosa y sacerdotal. Concédele, oh Divina Madre, la gracia de la verdadera fe y el amor a Nuestro Señor Jesucristo.
Virgen Clemente, gracias por todos mis familiares y parientes que con dedicación, en medio de tantas preocupaciones, nunca se olvidaron de rezar por mí y de educarme en la fe católica con el ejemplo de vida.
- El don de la Vocación
Madre del Amor Hermoso, Abismo de gracias y poderosa mediadora entre Dios y los hombres, me has guiado siempre en mi vida preparándome para que un día pudiese responder a la llamada de Tu Hijo, por eso expreso mi profunda gratitud a Ti por el don de mi vocación. Siempre he visto la señal indeleble de tu mano que me trajo a Nuestra Querida Congregación, que te tiene a Ti en su corazón como su Reina y Madre. Gracias por este regalo, gracias por nuestro Fundador, gracias por nuestro Carisma. Límpida Concepción de Luján, Paraíso de la Encarnación, bendice nuestro Instituto y consérvalo porque “si Tú nos guardas, nada perderemos; si Tú nos apoyas, no caeremos; si Tú nos proteges, estaremos a salvo de nuestros enemigos”.
Santísima Señora María, reconozco y doy gracias por el humilde y difícil trabajo de nuestros Misioneros en Ucrania. Gracias, porque siempre les has apoyado y animado. Bajo su guía he discernido mi vocación. Madre de Dios, pide a tu Hijo para ellos la gracia de la fidelidad al Instituto para que hasta el final sean verdaderos dispensadores de las Divinas Misericordias.
De manera especial te agradezco por mi primer superior en el seminario menor, el P. Pedro, pues a través de él aprendí el Carisma de Nuestro Instituto y especialmente el amor a Ti como mi Madre, Señora y Protectora. Sacratísima Reina, te pido que hagas de él un santo sacerdote y tu devoto hijo.
- El don de la Formación en el Seminario
Amabilísima Reina y Señora María, así como en tu Santa Casa de Nazaret, Jesucristo nuestro Señor creció y se preparó para la vida pública bajo tu guía y protección, así preparaste para mí mi Nazaret, aquí en Montefiascone, donde me formé, bajo tu guía, para ser hoy un “alter Christus”. Gracias, oh Virgen Inmaculada, por todas las gracias que he recibido en el Seminario durante estos años. Gracias por mi primer Rector, el P. Ricardo Clarey, mi formador, Rector y hoy Provincial, el P. Andrés, que siempre nos dio ejemplo de sacerdote esencialmente mariano. Te agradezco por el P. Antonio, hoy Provincial en Ucrania, quien antes fue mi Formador, gracias por su firmeza y claridad en los principios de la vida religiosa y sacerdotal, no vacilando en los propósitos hechos. Te agradezco por mi primer compañero, luego formador y hoy Director Espiritual -el P. Jesús-. Por medio de él, Virgen Purísima, me mostraste un ejemplo de sacerdote dedicado a la oración y luego un celoso apóstol. Gracias por el P. Tomás, mi último Rector del Seminario, por su ejemplo de verdadera dedicación a sus hijos y de enorme caridad hacia todos nosotros. Gracias por todos mis Formadores, por todos los Profesores, por todos los Padres de Nuestra Congregación porque fue de ellos y sólo de ellos que pude entender Nuestro Carisma. Te ruego, Señora, que obtengas de tu Hijo, para todos ellos, las gracias que necesitan y les ayudes a llevar cada día la Cruz que tu Hijo les ha preparado para su santificación.
Madre purísima, te doy las gracias por mis compañeros, los diáconos Elton, Malte y Paul. Obtén para ellos la gracia de la perseverancia en su vocación religiosa y sacerdotal en nuestro Instituto.
Excelentísima Señora, puerta feliz del Cielo, te doy las gracias, además de por mis compañeros de curso, por todos mis compañeros en el Seminario. Ellos me han ayudado, apoyado y fortalecido en mi vocación de numerosas maneras. Ya sea por sus buenos ejemplos, sus virtudes, sus oraciones, sus actos de caridad, sus palabras de aliento, su ayuda generosa, pero sobre todo por el ejemplo de su perseverancia. Te agradezco todo esto mi hermosa Señora, y te suplico que todos mis hermanos lleguen a la meta que la Santísima Trinidad ha pensado para ellos.
Madre de la Esperanza, quiero darte las gracias por un regalo especial que me has concedido: el regalo de la amistad. Reconozco, cuántos beneficios he recibido y cuántas gracias he obtenido de Ti a través de mis amigos. Concede, Señor, que junto con los amigos que me has dado, el P. Esko y el seminarista Francisco, podamos alcanzar el fin para el que hemos sido creados: la amistad eterna con Cristo tu Hijo.
- El don de la Familia Religiosa
Nuestra Señora de Luján, omnipotencia suplicante: has querido que nuestra Congregación sea una verdadera familia formada por numerosos miembros, entre quienes están las Servidoras. Te agradezco, mi Señora, todo el bien que me han hecho tanto visible como invisiblemente. Pienso en las muchas oraciones que elevan diariamente a la Divina Majestad por los sacerdotes, los seminaristas y todos los religiosos de nuestra pequeña familia. También pienso en los buenos ejemplos, en su apostolado y en todas las cosas que hacen y que sólo Tú conoces. Recompénsalas, oh Madre del Salvador, por todo el bien que han hecho, y guárdalas bajo tu manto materno.
Rosa Mística, durante mis años de formación quisiste que ayudara en el apostolado con las Voces del Verbo. Ellos han sido para mí un ejemplo por su caridad, su amor al sacerdocio y su amor y celo por la Verdad. Soberana Princesa del Cielo haz que sigan por el buen camino y que den siempre razón de la esperanza que hay en nosotros.
- Conclusión
Querida Madre y Celestial Señora delante de tantos beneficios tuyos, me inclino ante Ti para darte gracias. Mis manos están vacías y soy incapaz de pagarte todo lo que la Divina Majestad me ha concedido a través tuyo. Por eso, hoy, como regalo de mi acción de gracias, renuevo mi total consagración a Ti, te confío todo mi sacerdocio, todas las almas que encontraré, te confío todo lo que tengo y soy, reconociéndote como única Señora y Soberana de mi vida. Madre de la Esperanza, que permaneciste “de pie al pie de la Cruz”, acógeme a mí, tu hijo, para que nunca traicione a la Iglesia, al Instituto y al misterio sacerdotal; sino que permanezca fiel a lo que he profesado con mis votos. A ti, Madre Santísima, te entrego mi espíritu.
Totus tuus ego sum, Maria!