Todo está en conocerle
“¡Oh, cuánto os ama Dios! Él desea que practiquéis buenas obras para haceros partícipes, después de la muerte, de aquella dicha tan grande que a todos nos tiene preparada en el cielo”.[1] Esto es todo, conocerle.
Muchas veces uno siendo misionero en tierras lejanas, experimentando las limitaciones propias de la lengua, conociendo de a poco la cultura, las tradiciones, buscando de descubrir esos “semina verbi” que Dios ha derramado en los fértiles terrenos de las almas, se podría preguntar: ¿Por dónde comenzar? ¿Cómo hacer frente a tanto desconocimiento de Dios? ¿Cómo permeabilizar con el Evangelio todas los niveles socio – culturales en los que nos encontramos misionando?
Ciertamente, primero que todo es deber de cada religioso buscar la propia santidad, para así asemejarse más a Quien lo llamó para esta obra por medio de los votos religiosos, que hacen que la vida consagrada sea cada vez más “Cristocéntrica”. De ese modo no solo se predica a Cristo sino a un Cristo vivo en las obras de sus misioneros. “Esto resulta evidente ya que la profesión de los consejos evangélicos está íntimamente relacionada con el misterio de Cristo, teniendo el cometido de hacer de algún modo presente la forma de vida que El eligió, señalándola como valor absoluto y escatológico”[2].
En segundo lugar, se destaca la obra de Dios para con estas almas que pone en nuestro camino, y a las cuales nosotros debemos guiar, siendo dóciles a la Doctrina Sagrada y fieles a nuestro Instituto, a quien representamos como expresión de la riqueza de la Iglesia.
Por gracias de Dios, pudimos organizar durante cinco días, un campamento para jovencitas de edades de entre 11 y 15 años. Esta experiencia fue muy edificante para todas nosotras y nos incentivó a no bajar los brazos ante las dificultades que puedan presentarse en la misión. Lo más importante es el conocimiento de Cristo, lo demás se dará por añadidura. ¡Cuán suave es la obra de la Gracia en un alma! Aunque aún no sea bautizada, Dios va preparando al alma de la persona, así como preparó el camino del Redentor mediante las batallas, derrotas y victorias del Pueblo de Israel en su camino a la tierra prometida. Del mismo modo, hay vitorias, derrotas y batallas que cada alma debe librar antes de llegar a la “tierra prometida” y a nosotros se nos encarga la delicada responsabilidad de marcar el camino ya trazado por Dios Padre. ¡Qué misión tan divina! Tanto que nada podemos atribuirnos. Y así lo experimentamos. Vimos como el alma de cada una de estas chicas se sensibilizaba a medida que iban conociendo cada vez más a Cristo, su vida, sus obras, su Plan Divino. Se puede decir que de lobos, la Gracia las transformaba en corderos. Valiéndonos de un horario bien nutrido comenzábamos con las actividades desde las 5:45 horas. En primer lugar rezábamos el Santo Rosario. Muchas de las jóvenes no sabían la oración completa del Ave María, por gracia de Dios, al terminar el campamento ya habían aprendido hasta el Salve Regina, ¡Increíble la capacidad de asimilación en tan poco tiempo! Luego participábamos de la Santa Misa. El sacerdote durante dos días, explicó el significado y la riqueza de la Santa Misa. Esto es algo muy importante en la catequesis de un niño, ya que la Santa Misa es infinita, así como Cristo es infinito, y desde allí se reciben todas las fuerzas para crecer, fortalecerse y vencer en nuestras batallas espirituales. El resto del día estaba dividido entre cuatro módulos de catecismo dividido a lo largo del día con recreos, además de las competiciones, del tiempo de limpieza y de las comidas. Las Patronas de los grupos fueron: Santa María Goretti, Santa Josefina Bakhita, Santa Inés y Santa Bernardita.
¡Cuán feliz es ver a un alma en la presencia de Dios todo el día! Estas jóvenes experimentaron esta felicidad durante todo el campamento, todo el tiempo estaba dedicado a conocer a Dios, ya sea durante los momentos de estudio del catecismo, como en los momentos de distención. Muchas experimentaron la cercanía de las hermanas por primera vez, inclusive jovencitas que venían desde aldeas alejadas, quienes hicieron su recorrido ida y vuelta a pie para llegar al campamento.
Finalmente no querían regresar a sus casas, este campamento fue para muchas su primer contacto con Cristo vivo. Es una alegría enorme el poder transmitir, inmerecidamente, esa felicidad que solo da la “vida de Gracia”. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, porque solo “la Verdad os hará libres” (Jn. 8,32).
¡Todo está en dar a conocer a Cristo mediante el catecismo, allí está el gran secreto!
¡Demos gracias a Dios!
¡Viva la Misión!
SSVM – Ushetu – Tanzania