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Homilía del P. Alberto Barattero, IVE, con ocasión de la primera profesión de votos de las Servidoras, en el Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington

La Misión Profética De La Vida Consagrada

Sor María Luz es una hermana que trabaja en una prisión de hombres desde hace más de 25 años. Los presos la conocen como «sor Tripi»[1], “porque, dicen, sus palabras les ponen más eufóricos que cualquier droga”[2].

– ¿Qué es lo que más le gusta de esta tarea? – … Es maravilloso poder darles el amor de Dios que recibo cada día en la oración, decirles, aunque sean criminales, «Tú corazón es bueno y está hecho a imagen y semejanza de Dios. Esas heridas que tienes sólo Cristo las puede curar. Tú eres importante y especial para Dios. Él te ama tanto que sólo quiere que seas feliz. Aunque tú hayas andado a tu rollo, Él viene a rehacer tu vida».

– ¿Y cómo reaccionan los presos? – Muchos se ponen a llorar al ver que Dios les ama realmente. Una vez, en la cárcel de Carabanchel me querían prohibir ver a un preso porque era muy peligroso. Al final conseguí hablar con él y se dio cuenta de que era hijo de Dios. Empezamos a hablar y le dije la verdad: «Dios te ama mucho. Eres capaz de rehacer tu vida si te apoyas en Él». Se puso a llorar y a contarme cosas de su vida… Cuando un criminal dice: «Cristo, te adoro como Dios y Señor; creo que Tú has venido a salvarme, estoy dispuesto a abandonar el pecado», es capaz de cambiar de vida. Me preguntan: «¿Eso es verdad?, ¿Dios me quiere?, ¿A mí?»

Ella, podemos decir que es una profeta entre los presos, y esa es nuestra misión como religiosos: ser profetas; debemos ser profetas entre las personas que se nos confían, como dice San Juan Pablo II: “La vida consagrada tiene la misión profética de recordar y servir el designio de Dios sobre los hombres…, es el proyecto de una humanidad salvada y reconciliada (cf. Col 2, 20-22)”. Para “realizar adecuadamente este servicio” -continúa diciendo el Papa- “las personas consagradas han de poseer una profunda experiencia de Dios”[3] (Vita Consecrata, 73). Para cumplir esta misión debemos alcanzar esta profunda experiencia de Dios y para eso, deben aprovechar este tiempo de formación para aprender a experimentar a Dios.

  1. Experiencia profunda de Dios

Si hiciéramos una encuesta sobre la experiencia de Dios preguntando: “¿Cómo puedo tener una experiencia profunda de Dios?”, los cristianos ortodoxos probablemente responderían “rezando”, mientras que los progresistas probablemente responderían “trabajando con los pobres”. Yo diría que ambos tienen razón, y que ambos están equivocados.  No sólo porque no hay dialéctica entre la oración y el trabajo (ya que en ambos se puede experimentar a Dios), sino porque la experiencia de Dios no es cuestión de una actividad concreta. Experimentar a Dios es algo diferente. Significa tener una relación personal con Él y tanto la oración como el trabajo pueden ayudarnos a tener esa relación si los hacemos según la Voluntad de Dios.

Sin embargo, las actividades no nos ponen en contacto con Dios, como los votos por sí mismos no nos ponen en contacto con Dios. Ciertamente que los votos nos ayudan a entrar en contacto con Dios, pero por sí solos no bastan. Esta es una de las razones por la que se abandona la vida consagrada a pesar de tener vocación. A veces pensamos que hacer cosas por Dios es suficiente. Si bien es cierto que hacer cosas por Dios nos ayuda a estar estables y a perseverar, también es cierto que esas cosas no nos protegen de la relajación y de las fuertes tentaciones, que son causa de la falta de perseverancia.

Por eso, es muy importante aprender y empezar a experimentar a Dios durante la formación, porque cuando se está en la misión es más difícil de aprender. Por otro lado, es importante entender que, aunque tengamos alguna experiencia de Dios durante la formación, normalmente esa experiencia no es lo suficientemente profunda, lo que significa que debemos profundizar nuestra experiencia también en la misión.

  1. El “Cómo”

Probablemente se estén preguntando “cómo”: ¿cómo podemos experimentar a Dios?, ¿cómo podemos profundizar en esa experiencia? Experimentamos a Dios cuando nos dejamos poseer por Él. Debemos vaciarnos de nosotros mismos, como el Verbo se vació de sí mismo y se hizo semejante a nosotros (cf. Flp 2,7). Cuanto más nos vaciemos, más “llenará” Dios ese vacío y más lo experimentaremos.

Como he dicho, la oración, el trabajo o el apostolado ayudan a vaciarnos, y los votos y nuestra consagración a María son medios muy útiles para vaciarnos. Sin embargo, esas cosas no nos vacían necesariamente. No es una ecuación matemática: “2 + 2 = 4”; se trata de renunciar a la propia voluntad. Es una cuestión de entrega de nuestro yo. Puedo hacer votos y seguir haciendo mi voluntad. Todos seguimos haciendo nuestra voluntad después de nuestros primeros votos y después de nuestros votos perpetuos. Espero que después de los votos perpetuos se haga menos la propia voluntad que después de los primeros votos.

El proceso de vaciarnos es un proceso largo. No ocurre de un día para otro. Hay algunos pasos importantes: el primer paso es dejar de cometer pecados mortales. El segundo paso es eliminar de nuestra alma el afecto por el pecado. Los medios para ello son todos los de la ascética tradicional: abnegación y penitencia, alegría en el servicio y no esperar ser servido, renuncia a las riquezas y a la vanidad, trabajar sin esperar reconocimiento, etc.

Todos esos medios son medios negativos, en el sentido que detrás de ellos hay una renuncia. Pero también hay medios positivos: el amor a la verdad, buscar lo esencial y no lo accidental; buscar el bien de los demás y no nuestro propio bien; caminar en la oscuridad; dejar que Dios nos crucifique, etc.

Pero como he dicho todas estas cosas son medios y los medios funcionan en la medida en que les permitimos que funcionen. Puedo llevar una cruz porque no tengo otra opción y no por amor a la Voluntad de Dios y esa cruz porque la llevo mal sirve poco para vaciar mi voluntad. Por ejemplo, si mi superior local es un mal superior y me persigue y yo pido tener otro superior, pero mi superior provincial dice “no”, entonces no tengo otra opción y tengo que llevar esa cruz y la cargo porque no me queda otra y no porque la quiero llevar, no porque amo la cruz que Dios me ha enviado, si la llevo así ¿cuánto me ayuda a vaciarme?

Volviendo a la misión profética para la cual la experiencia de Dios es fundamental, San Juan Pablo II dice: “El testimonio profético exige la búsqueda constante y apasionada de la voluntad de Dios, la entrega de sí mismo”” (VC, 84).

Conclusión

Quisiera terminar recordando a un Santo: San José de Calasanz. Fue otro profeta religioso que realmente sirvió al plan divino para la humanidad. Lo dejó todo y fundó una comunidad religiosa (los Escolapios, la primera Orden Religiosa dedicada específicamente a la educación cristiana) con el fin de proporcionar una educación gratuita a los niños de pocos recursos. Sin embargo, una combinación de diversos prejuicios, ambiciones y maniobras de política eclesial hicieron que el nuevo instituto pasara por turbulencias: San José fue depuesto del cargo de Superior General por el Papa Urbano VIII; la Santa Sede envió comisarios apostólicos; fue traicionado por algunos de sus religiosos que lo acusaron falsamente; el Papa Inocencio X decretó un cierre camuflado de su orden: todos podían abandonar el instituto, pero nadie podía entrar en él. Según uno de sus biógrafos aquello fue “una condena a muerte lenta, pero inexorable”[4].

Cuando se leyó este último decreto del Papa Inocencio en su presencia, se le oyó repetir las palabras de Job: El Señor dio y el Señor ha quitado; ¡bendito sea el nombre del Señor! (Job 1, 21). El P. Berro cuenta que una vez Calasanz dijo: “Sé de una persona que con una sola palabra que le dijo el Señor en el corazón, soportó con mucha paciencia y alegría diez años continuos de trabajos y grandes persecuciones”. Y después de unos años volvió a decir: “sé de una persona que con una sola palabra que Dios le dijo en el corazón, padeció con inmensa alegría quince años de trabajos que le sobrevinieron”.

Hablaba de sí mismo y de la profunda experiencia de Dios que tuvo y que le permitió ser fiel a la misión profética que recibió. Pidámosle a la Virgen la gracia de ser fieles a la misión profética que Dios nos ha confiado.

 


[1] M. jerg. Dosis de LSD (https://dle.rae.es/tripi).

[2] https://www.interrogantes.net/category/recursos/testimonios/. En los párrafos siguientes reproducimos entresacados algunos párrafos de este reportaje.

[3] Vita Consecrata, 73.

[4] https://www.padrebuela.org/de-dios-nadie-se-burla-san-jose-de-calasanz/. Las siguientes citas son sacadas del mismo sermón.

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