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Homilía del P. Andrés Furlán, IVE, con ocasión de la 1era Misa del P. Jao Victor y del cambio de nombre de las novicias, en la Basílica de Nuestra Señora de Luján

Nada es pura coincidencia

Alguien nos ha enseñado a tener como algo innegociable una visión providencial de la historia. San Juan Pablo II, cuando peregrinó a Fátima en agradecimiento a la Santísima Virgen después de haberse recuperado del atentado del 13 de mayo de 1981, decía: “en los designios de la Providencia, nada es pura coincidencia” como tampoco es coincidencia de que hoy nosotros nos encontremos acá reunidos para celebrar la primera Santa Misa del Padre João Victor, y, además, para conocer nuestro origen y para despedir “al hijo predilecto de la Virgen de Luján”.

Fue acá donde todo empezó. Sabemos que cuando el “padre”, en su juventud, venía aquí para visitar a la Santísima Virgen rezaba pidiendo formar vocaciones de especial consagración. En cierto sentido todos nosotros estábamos aquí en el corazón del “padre”, en la mente de Dios y en el seno virginal de María, y así, fuimos formándonos sacerdotes y nacimos como consagrados. “Todo consagrado del Verbo Encarnado nace de la Virgen de Luján”.

Acá, hoy traemos todos estos hijos e hijas brasileros, peruanos y argentinos y, de modo especial a estos seis diáconos y a este neo sacerdote, hijo predilecto de Nuestra Señora.

Estamos acá para decirte “Madre querida de Luján, gracias por habernos dado la vida, gracias por habernos dado nuestro fundador. Nosotros te amamos y queremos ser siempre fieles. Queremos vivir plenamente nuestro carisma siendo Misioneros y Marianos”.

Pues dicen nuestras Constituciones:

“todos los miembros deben trabajar en suma docilidad al Espíritu Santo y dentro de la impronta de María, a fin de enseñorear para Jesucristo todo lo auténticamente humano, aun en las situaciones más difíciles y en las condiciones más adversas”[1].

La Providencia nos ha encontrado aquí, justo en el día de Nuestra Señora de Fátima, que para nosotros tiene mucha importancia, pues estamos muy estrechamente unidos a Ella desde el inicio. Fue en el día 25 de marzo, en el mismo día que se consagraba el mundo al Inmaculado Corazón, día de la Bella Señora de Fátima, que nacimos como Familia Religiosa, quedándonos por siempre vinculados al mensaje de Fátima. De ahí que el P. Buela dijo que: “debemos hacer nuestro el mensaje de Fátima, especialmente teniendo en cuenta el decir de San Juan Pablo Magno ‘en los designios de la Providencia, nada es pura coincidencia’”.

¿Qué es lo que exige de nosotros, sacerdotes y religiosos del Verbo Encarnado esta misteriosa relación con el mensaje de Fátima?

  1. El Padre Buela respondió a esta pregunta ya anticipadamente: “pienso que es para nuestra Congregación, – que nació el día en que se cumplió este pedido especial de la Santísima Virgen, y que fue renovada por el Papa Francisco – que van dirigidas las palabras de Cristo para nuestra Familia Religiosa del Verbo Encarnado: “tened compasión del corazón de su Santísima Madre que está cercado de espinas y que los hombres ingratos en todo momento le clavan, sin tener quien haga algún acto de reparación para sacarlos”. He ahí nuestra misión. Misión que el P. Buela entiende que tenemos que hacer. Él dice: “¡Aprendamos a hacer reparación!. Tarea que podrá hacer el neo sacerdote en cada Eucaristía que va a celebrar, acto de reparación por excelencia.
  1. “También a nuestra Congregación, que es hija de la Inmaculada, Ella nos dice: ‘mirad hija mía, mi Corazón, cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan en todo momento con sus blasfemias e ingratitudes. Tú al menos, procura consolarme…’” A eso agregaba el P. Buela: “¡Seamos el consuelo de la Virgen y seremos el consuelo de Jesús!
    El sacerdote, hijo predilecto de María, debe ser el consuelo de Nuestra Señora.
  1. “Y, sabiendo que ‘Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón’- dice el P. Buela- ¡seamos sus Apóstoles!”. Como tantos que nos precedieron, San Juan Eudes, San Luís María Grignion de Montfort, San Antonio María Claret, o los 51 mártires Claretianos de Barbastro, ellos además de ser los mártires de Fátima, son particularmente los mártires del Inmaculado Corazón, que murieron gritando: “¡Viva el Inmaculado Corazón!” como podemos ver de un modo particular en uno de ellos, Esteban Casadevall: “ofrezco mi sangre con alegría, por el reinado del Sagrado Corazón de Jesús en toda España y de modo especial por el reinado del Corazón de María en todo el mundo, no descansaré en el cielo hasta haber conseguido este reinado del Corazón Virginal en todas las naciones de la tierra”.

¡Seamos apóstoles! Como el Negro Manuel, propiedad única de María.

¡Seamos apóstoles! Significa enseñar y dar difusión a las devociones populares confirmadas y recomendadas por la Santa Iglesia, en especial la devoción al Sagrado Corazón, la del Santo Rosario, de la Vía-Sacra, de la Divina Misericordia, del escapulario, de los nueve viernes o los cinco primeros sábados, ya que las promesas son muy grandes: “Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón, y a quien la abrace, prometo la salvación, y serán amadas por Dios esas almas como flores puestas por mí para adornar su trono”.

Seamos reparadores, seamos el consuelo de María, seamos apóstoles del Verbo Encarnado.

 


[1] Constituciones, 30

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