El sábado 24 de octubre 10 hermanas del Noviciado Internacional Madonna di Loreto, profesaron sus primeros votos en la Santa Misa que tuvo lugar en la capilla del convento franciscano de Bagnoregio, sede del Estudiantado Internacional. En la Santa Misa el P. Daniel puso el ejemplo de la Santísima Virgen María como el modelo que toda religiosa debe imitar para llegar a la santidad. A continuación publicamos sus palabras.
Vivid vuestros votos religiosos en dimensión mariana
Hace más de un año empezaron a llegar a Segni varias muchachas de diversos lugares de Europa, varias de ellas acompañadas por sus familiares y amigos: Nuria, Gisella, Marissa, María, Ana, Milagros, Luz, etc., chicas que después de un tiempo tomaron nuevos nombres: María Reina de los Corazones, María Hija de Dios Padre, María Madre de la Perseverancia, María Virgen de El Pueyo, Maria Tempio dello Spirito Santo, Maria Consolatio Nostra, Maria Hilf, Marie des Beatitudes, Maria Radost Kriza, Maria Matka Bolesna.
¿A qué obedece este cambio? No a otra cosa que a ponernos bajo el manto de Nuestra Madre Bendita para ser protegidos y guiados por su ayuda y apoyo maternal.
Ahora estas chicas se embarcan en una nueva aventura: profesar bajo voto (es decir, bajo un juramento a Dios), su deseo de entregarse por completo a Dios en castidad, pobreza y obediencia; y conscientes de que no podrán cumplirlo con sus fuerzas, profesarán un cuarto voto de esclavitud mariana ¡Y qué bien que lo hagan! Porque para poder vivir serenamente y con alegría la materia de los votos se requiere gracia abundante, una gracia que brota de la humanidad de Jesús, esa humanidad santísima que se formó en el seno de Nuestra Señora. Ella no sólo nos protege y actúa como eficaz mediadora ante Dios de las gracias que necesitamos, sino que como religiosas –especialmente vosotras que lleváis su Santo Nombre, María– debéis tomar a María Santísima como modelo y espejo perfecto de consagración y de cumplimiento de los votos, ya que Ella es la religiosa perfecta. Así que:
¡Imitadla en la pobreza!
Sabemos que la pobreza en cuanto virtud no consiste en el no poseer cosas en este mundo, sino más bien en tener el corazón perfectamente desprendido de las cosas que puedan poseerse. Sin embargo, como la pobreza material es una ayuda para la pobreza virtuosa (sobre todo si se acepta esa pobreza material por amor de Dios), María eligió voluntariamente vivir pobre, siguiendo el ejemplo de su Hijo que, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cfr. 2 Cor 8, 9). San Pedro Canisio demuestra que la Santísima Virgen podía vivir tranquilamente toda su vida con la herencia de sus padres, pero Ella prefirió quedarse con el mínimo necesario y repartir el resto en limosnas a los necesitados y a los pobres en el templo. Muchos autores incluso dicen que María hizo un voto de pobreza (además del de virginidad). A Santa Brígida, por ejemplo, la Virgen le reveló: “Desde mi infancia hice un voto de no poseer nada en este mundo… todo lo que podía tener se lo daba a los pobres, reservando sólo lo que necesitaba para comer y vestirse pobremente”. Y podemos verificar esta realidad en los pocos trazos de su vida que nos presentan los Evangelios. Por ejemplo: los regalos que los Reyes Magos les dieron en el pesebre de Belén, eran de no poco valor; María los distribuyó pronto entre los pobres, como atestigua San Bernardo. De hecho, poco después de Belén, al ir al templo de Jerusalén a presentar a Jesús, ya no los tenían, y por eso presentaron como ofrenda –no el cordero prescrito por la ley (Lev 12, 6) – la ofrenda de los pobres, es decir, un par de tórtolas.
La misma pobreza de María se ve en el tener que vivir al día del trabajo manual de San José (Mt 13, 55) y seguidamente de su propio hijo Jesús (Mc 6, 3).
Por lo tanto, queridas hermanas, cada una de vosotras que lleva el santísimo nombre de María, nunca se permita expresar una queja por la falta de algo, porque nuestra pobreza, por grande que pueda ser, seguramente será siempre menor que la pobreza de Nuestra Señora en Nazaret, en Belén, en el exilio en Egipto y el resto de su vida como una pobre aldeana en su pobre pueblo de Nazaret.
¡Así que, si pretendemos vivir bien el voto de pobreza, miremos frecuentemente e imitemos a María!
¡Imitadla en su castidad!
Su castidad fue angélica, practicando la pureza en un grado sublime y único: la virginidad perfecta y perpetua; antes, durante y después del nacimiento de Jesús. Por eso, para referirnos a Ella decimos simplemente “la Virgen” (sin más adiciones ni explicaciones, pues es por antonomasia la Virgen).
Escuchad lo que los santos nos enseñan:
“Después de la caída de Adán, la virtud de la castidad es la más difícil de practicar, por la rebelión de los sentidos contra la razón. De todas las batallas que los hombres tienen que librar, las más sangrientas son las batallas de la castidad, porque se tienen que librar todos los días y son raras las victorias (totales). Pero bendito sea Dios que nos deja un modelo perfecto de esta virtud en María Santísima”[1].
María es la Virgen de las vírgenes, porque hizo un voto de virginidad sin ningún consejo o ejemplo previo de nadie. San Bernardo le pregunta a la Virgen: “¿Quién te enseñó a agradar a Dios con la virginidad y a vivir una vida angelical en la tierra?”. Y responde San Sofronio: “Fue el mismo Jesucristo quien eligió a esta virgen pura como madre para presentar al mundo entero el ejemplo de su castidad”. Santo Tomás dice que“la belleza de la Santísima Virgen invitaba a los que la miraban a practicar la castidad”. Por eso sostienen los santos, por ejemplo San Jerónimo, que San José permaneció siempre virgen por la compañía de María ¡Es que la virginidad y la pureza de María son tan grandes y amables que se tornan muy contagiosas!
Sería muy imprudente de parte nuestra intentar vivir la castidad perfecta y perpetua sin aprender del ejemplo de María y sin recurrir a Ella diariamente para ayudarnos a hacernos vencer en todas nuestras luchas. Así que, si queréis vivir santamente el voto de castidad que ahora profesáis, mirad siempre a María y manteneos cerca de Ella, para vencer y vivir castidad triunfal.
¡Imitadla en su obediencia!
Esta virtud da la adecuada disposición de la voluntad para seguir los mandatos del superior. María fue obediente no sólo en la intimidad de su alma, siguiendo fielmente las inspiraciones interiores del Espíritu Santo (ejemplo: para hacer voto de virginidad, sin precedentes en el ambiente judío), sino que siempre obedeció la orden de su virginal esposo San José (aunque él fuese muy inferior a Ella en dignidad, por ser María la Madre de Dios). Obedeció la orden del emperador romano, yendo a censarse en Belén (a 150 km de distancia, y ya en el noveno mes de embarazo), aceptó obediente y serenamente los rechazos de sus parientes en Belén, pues los tomaba como venidos de las manos de Dios, aceptó la pobreza del pesebre, la huida a Egipto. Y llegó al extremo de su obediencia en el sacrificio del Calvario. Ella obedeció siempre como una esclava, la esclava del Señor y de sus representantes (sean estos de la dignidad que sean). María carece de voluntad propia, de la libertad de hacer lo que le plazca, renuncia a sus propias opiniones, a hacer juicios y menos aún a criticar o censurar lo que Dios le envía por manos de los hombres: ser esclava del Señor es el proyecto de su vida (esto será para Ella un “elemento no negociable”): María ha renunciado libre, espontánea y voluntariamente a todos los derechos, para hacerse totalmente esclava del Señor, la obediente perfecta.
Con el voto de obediencia que hacemos debemos mirarla constantemente. Es nuestro modelo más simple y acabado. Si deseáis ser santamente obedientes no perdáis el tiempo analizando tanto las razones -o los motivos- de lo que se os ordena; basta con saber que se os ordena y rápido obrar en conformidad con la orden, sin dilaciones innecesarias.
Si realmente queremos vivir bien nuestros votos debemos mirar constantemente a la Virgen María, e imitarla. Les quitaron el espejo de casa para darles este nuevo espejo donde poder reflejarse y conformarse: María Santísima.
Y esto sin mencionar otras virtudes propias de la religión, practicadas perfectamente por María: la religiosidad (Ella adoraba a Dios hasta en los más pequeños detalles), el espíritu de oración y de recogimiento (únicos en Ella), la piedad (es modelo de ternura filial en su trato con Dios, de hecho es la Hija Amada de Dios Padre), la gratitud por los beneficios recibidos (como lo expresa patentemente en el Magnificat), la magnanimidad (sabe perdonar todas las ofensas y negligencias que pudo sufrir), la paciencia y perseverancia (no se queja nunca en las privaciones, ni de las pruebas) y, sobre todo, la profunda humildad (virtud que en María atrajo especialmente el Cielo sobre la tierra).
Con nuestro cuarto voto de esclavitud mariana, confirmamos este deseo de referir siempre toda nuestra vida a María, de vivir en Ella, marianizando así todas nuestras acciones. Sólo así saldremos victoriosos en todas nuestras luchas.
Queridas novicias, hoy os vinculareis estrechamente a Dios por medio de los votos religiosos que profesareis ¡No tengáis miedo de lo que vais a hacer! Aunque el objeto de vuestras promesas a Dios excede muchísimo vuestras capacidades humanas, María, con su protección y apoyo maternal, hará que todas las renuncias que hagáis se vuelvan sencillas e incluso muy agradables para vosotras (porque son hechas por amor de Dios, como lo hizo siempre Ella).
Tened mucha confianza, porque todas vosotras, habiendo dejado las cosas del mundo, estáis orgullosas de llevar su santo nombre, y Ella nunca se olvidará de vosotras si la miráis e invocáis con frecuencia y la tenéis por modelo de vida religiosa.
Haceos eco del consejo que Dios dirigió a Moisés, para no errar en la construcción del templo que le fue confiada (ya que también vosotras iniciáis una gran construcción, la de la santidad como religiosas): Mira y actúa según el modelo que te fue mostrado en la montaña (Ex 25, 40). También vosotras, para no equivocaros, debéis mirar siempre a María Santísima y llevar a cabo todas vuestras actividades y todos vuestros planes de vida según el modelo que Dios os muestra en Ella.
Que os obtenga esta gracia la Virgen María, vuestra Madre Celestial.