Hoy tenemos la gracia de celebrar la toma de hábito religioso de las novicias de las Servidoras, y la recepción de la sotana de los novicios del IVE. Una gran gracia, que por primera vez se da en nuestra misión de Tanzania. Y esto ocurre pon el plan y la voluntad de Dios.
Sabemos muy bien que teníamos dos fechas diferentes planeadas para estas celebraciones, pero debido a que dos de nuestros hermanos tuvieron un grave accidente[1], y la vida de uno de ellos estuvo en peligro, no nos sentíamos con ánimos de celebrar entonces. Fue así que decidimos suspender estas fiestas hasta más tarde, y ése día ha llegado. Fue la Divina Providencia la que quiso que así fuera.
Lo que hemos vivido en las últimas dos semanas, con el accidente de los hermanos Petro y Boniface, de alguna manera ha dejado una huella en la historia de nuestra misión. De manera especial ha marcado la vida del hermano Pedro[2], y también la del hermano Bonifacio[3]. Ha sido una gran prueba para Petro y para toda la misión. Dios quiso poner una marca en Petro, y en nuestra misión en Tanzania, de manera especial, esa marca fue dada a través de la Cruz.
Por eso pienso que en este momento en que novicios y novicias se preparan para recibir el hábito religioso, deben saber que comienzan a conformarse más a Cristo. Por ser miembros de esta Familia Religiosa, del Verbo Encarnado, desean parecerse cada vez más a Cristo. Y desean ser como una “nueva Encarnación del Verbo”, que también es configurarse con Cristo Crucificado.
Para mejor imitar al Verbo Encarnado, uno de los aspectos que ha de caracterizar nuestro estilo propio, es el de intentar “vivir intensamente las virtudes del anonadarse: humildad, justicia, sacrificio, pobreza, dolor, obediencia, amor misericordioso…, en una palabra tomar la cruz” (Constituciones, n. 11).
En el Directorio de Espiritualidad número 137 dice: “El amor que no nace de la cruz de Cristo es débil”. Porque la Cruz es parte importante de la vida cristiana y es “de manera única la esencia de la vocación religiosa” (San Juan Pablo II). Debemos tener muy claro que el nuestro es un llamado a crucificar al hombre viejo, no un llamado a estar cómodos. Por eso es muy importante “estar preparados para morir” (Directorio de Espiritualidad, 216).
Por eso no debemos retroceder ante la cruz, ni temerla, ni evitarla, sino que lo nuestro es seguir adelante con espíritu valiente, sin quejas, y sin buscar consuelo ni recompensa. Cuanto más voluntariamente nos extendamos sobre la Cruz y nos dejemos clavar en ella, más profundamente veremos la verdad de estar unidos al Crucificado.
Por tanto, la Cruz no es más que el camino al cielo y, además, es el “camino más corto y más seguro” (palabras de Jesús a santa Faustina Kowalska). Por tanto, “¡nada de ilusiones! si Cristo tuvo que entrar en el cielo por medio de la cruz, por ella tendremos que entrar cuantos lo sigamos” (San Luis María Grignon de Montfort).
El Padre Buela dijo en un sermón a las Servidoras: “aprendamos a tener mucho amor a Jesús Crucificado. Eso que dice San Pablo: “No quiero saber nada fuera de Jesucristo Crucificado” en la Carta a los Corintios (2, 2). Y en la Carta a los Gálatas: “Líbreme Dios de gloriarme fuera de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo estoy crucificado para el mundo” (6, 14).
De manera especial en este día pedimos por las Servidoras que con santo orgullo llevan la Cruz de Matará que es su Santo Patrono, el Cristo Crucificado de la Cruz de Matará. Para que siempre sepan abrazarse, amar y no bajarse nunca de la Cruz.”
Dos ejemplos
Quería proponer dos ejemplos de dos religiosos, decididos a abrazar la cruz en sus vidas. Una es de una religiosa, y otro de un religioso, sacerdote.
1º – Santa Teresa de Los Andes. Esta santa murió a los 19 años, después de estar pocos meses en la vida religiosa.
Escribe una carta a una amiga, antes de entrar al monasterio, diciéndole de qué se trata ser religiosa. Le habla de la vocación en tono altísimo, y como si ya la hubiera vivido, aunque todavía le faltaban algunos meses para entrar al monasterio[4]: “Hermanita, piensa en todo esto. Sí, ser esposa de Cristo es ser crucificada, pues así como los esposos comparten las alegrías y las penas, las riquezas y las pobrezas así también la que es esposa del Crucificado, ¿no debe ser crucificada por el mundo, no debe ser obediente hasta morir sin voluntad, no debe ser pobre hasta no tener sino a Jesús para reclinar sobre su pecho su cabeza? La vida religiosa, hermanita mía, no es sino vida de sacrificio.”
Canta la grandeza de la vocación, pero es consciente de las dificultades que implica, sabe bien lo que es ser religiosa. A la Madre Angélica Teresa, superiora del monasterio, le escribe[5], tiempo antes de ingresar: “No se imagina los deseos que tengo de ser carmelita…. Para esto no se me oculta que hay que subir al Calvario. Hay que adherirse a la cruz, pues es el medio más fácil de llegar a la unión con Cristo.”
2º Ejemplo – San Padre Pío de Pietrelcina
Monje capuchino, que fue el primer sacerdote (sacerdote religioso) con las llagas de Cristo. Tuvo las heridas de Jesús durante cincuenta años. Contó cómo Cristo le dio las marcas de la Pasión de Jesús, según sus propias palabras[6]: “El 20 de septiembre de 1918, después de la celebración de la Misa, deteniéndome a hacer la debida acción de gracias en el coro, de repente fui agarrado por un fuerte temor; después vino la calma y vi a Nuestro Señor con la actitud de quien está en la cruz, pero no me ha impresionado si tenía cruz, lamentándose de la mala correspondencia de los hombres, especialmente de los consagrados a Él y por Él más favorecidos. En esto se manifestaba que sufría y que desea asociar almas a su pasión. Me invitaba a compenetrarme con sus dolores y meditarlos, y a la vez a ocuparme de la salud de los hermanos. Después de esto me sentí lleno de compasión por los dolores y le preguntaba qué podía hacer. Oí esta voz: “Te asocio a mi Pasión”. Y después de esto, desaparecida la visión, he entrado en mí mismo, me he dado razón y he visto estos signos aquí, de los que goteaba sangre.”
Cristo le dijo al Padre Pío: “Te asocio a mi Pasión”. Cristo quiere participarnos su sufrimiento, de una forma u otra. No seamos religiosos perezosos, ni ingratos. Quiere asociar la Congregación a su Pasión, quiere asociar la misión de Tanzania a su Pasión… Asocia a Petro a su Pasión… y a ti, ¿no te va a asociar a su Pasión?
El Padre Buela siempre nos enseñó sobre el gran valor de la cruz. “La cruz fecunda todo lo que toca”, nos repetía una y otra vez. La cruz es pura ganancia. Porque Dios nos ama, nos concede cruces. Santa Teresa dijo: “Tengo miedo de que Dios haya dejado de amarme, porque ya no me concede cruces”. La cruz es el camino al cielo. La cruz es la puerta al cielo. La cruz puede hacernos santos religiosos y fuertes misioneros.
En este día en que reciben el hábito religioso, que Dios les conceda la gracia de amar la cruz y “de estar asociados a la Pasión de Cristo”. De esta manera, se convertirán en santos religiosos y grandes misioneros, y llegarán al cielo.
Que la Virgen María nos conceda esta gracia.
[1] Me refiero al accidente en moto que sufrieron los hermanos Petro y Boniface el 1º de mayo de 2024, cuando regresaban a la parroquia donde tenemos la comunidad. La toma de hábito de las hermanas estaba planificada para el 8 de mayo, día de la Virgen de Luján.
[2] Al hermano Petro Kiyuga debieron amputarle la pierna derecha, y en el momento de pronunciar esta homilía se encontraba internado y por someterse a la tercera operación.
[3] El hermano Boniface Deogratias sufrió la fractura del fémur, y también fue operado, y se encontraba convaleciente en esos momentos en la casa de formación.
[4] Carta Nº 65, a una amiga, del 14 de enero al 7 de marzo de 1919.
[5] Carta Nº 25, a la Madre Angélica Teresa, 22 de febrero de 1918.
[6] Declaración del P. Pío al Visitador Apostólico, 15 de junio de 1921. La “autobiografía” secreta del Padre Pío, Francesco Castelli, Ed. Palabra, Madrid, 2021. Pág 196.