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Homilía del P. Diego Pombo en la Catedral de Segni con motivo de la toma de hábito de las novicias y la imposición de sotana de los novicios

Nos alegramos porque hoy, 7 novicios y 9 novicias de nuestra Familia Religiosa recibirán el hábito religioso manifestando así su deseo y voluntad de ser todo y sólo de Dios.

Los nombres los tienen en los Misalitos. Ellos son: Eriberto Ottaviano (Italia); Ross Cotter (Irlanda); Ezequiel Villalba (Argentina); Antonio Guerrero (España); Antonio Jurado (España); Guillem Baixauli (España); Carlos Osuna (España).

Ellas son: Maria Consolatrice di Gesù (Italia); María Corazón de la Trinidad (España); Maria del Cor Immaculat (España); María Sofía de la Cruz (España); Maria Reina dels apòstols (España); Marie Vierge de la Misericorde (Francia); Maria dels Desamparats (España); Mária Spoluvykupitelka (Eslovaquia); María Virgen de Guadalupe (México).

Cada vocación es un milagro de la gracia de Dios. Sobre todo hoy en el mundo en el cual vivimos, secularizado, que se ha olvidado de Dios; y en la Iglesia en que vivimos que atraviesa momentos de gran prueba; y también para la Familia Religiosa a quien Dios bendice con estas vocaciones: que atraviesa tantas dificultades… En todo este contexto del tiempo en que vivimos, que surjan vocaciones es un milagro.

Nos enseña que más allá de todo y de todos, existe un ser que lo llamamos Dios, que hace milagros… como dice el Salmo 135: Todo lo que quiere el Señor, Él lo cumple en el cielo y en la tierra…

Y están también las palabras de Jesús, después de la Resurrección, cuando envía los apóstoles a anunciar el Evangelio a todo el mundo, dice: Me fue dado todo poder en el cielo y en la tierra.

Son palabras que nos deben llenar de consolación. Que Jesús tenga todo poder en el cielo, no cabe ninguna duda, pero que aún tenga todo poder en la tierra no parece que sea así, más bien pareciera que no tiene ningún poder sobre la tierra… y sin embargo lo tiene…

Y cada uno de estos jóvenes es una prueba de la gracia de Dios a quien basta una sola palabra para transformar una vida: sígueme.

Jesús nos llama de este modo

No nos dice nada más: sígueme. Y esta sola palabra tiene la fuerza para levantar a Mateo de la banca de impuestos para seguir a Jesús: Al salir de allí, Jesús vio un hombre, sentado en la banca de impuestos, llamado Mateo, y le dice: “Sígueme”. Y él se levantó y lo siguió. (Mt 9,9-13)

Ese levantarse para seguir a Jesús significó un abandonar absolutamente todo: no solo el oficio que hacía, sino también abandonar la misma forma de vida que llevaba hasta ese momento, significó un cambio radical de toda su existencia.

Con una sola palabra… Jesús continúa llamando a los jóvenes de este modo.

Solo sígueme

No saben qué cosa hay dentro de este sígueme, en el sentido que no saben qué cosa en concreto Jesús ha pensado para ustedes cada día hasta el último de sus vidas.

No saben cómo será el noviciado, después el seminario o el estudiantado, quienes serán sus compañeros, si encontrarán dificultades con el estudio, con la vida comunitaria… qué cosa sucederá después. Dónde irán a misionar, cuánto tiempo en cada lugar, a hacer qué cosa, quiénes serán los superiores, cuáles serán las pruebas, las dificultades, las tentaciones que deberán afrontar.

No saben nada. Pero basta esa sola palabra: sígueme porque si sigo a Jesús no sólo significa que estoy cerca de él, más importante todavía, es que Él está cerca mío, y no me faltará su gracia para poder responder cada día generosamente a su llamada.

Con la llamada nos da la gracia de responder

Aunque no sepan qué cosa hay dentro de aquel sígueme, les digo lo que implica seguir a Jesús.

En primer lugar, implica seguir a Jesús, es decir, debemos seguirle a Él: no nos llama a seguirnos a nosotros mismos, ni a otros maestros, ni a un ideal abstracto. Nos llama a seguirlo a Él: sígueme. Por eso el religioso varias veces en su vida tiene que pararse y reflexionar: ¿a quién estoy siguiendo?: a mí, al mundo, a los ídolos que he construido… o estoy realmente siguiendo a Jesús?

Implica prontitud: llama la atención cuando en el Evangelio de Mateo se relata la llamada de dos parejas de hermanos: Pedro y Andrés y luego Santiago y Juan, todos responden del mismo modo: llama primero a Pedro y Andrés, y dice el Evangelio: Y ellos en seguida dejaron las redes y lo siguieron. Después llama a los otros dos y dice: y ellos en seguida dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Así se debe responder a toda llamada de Jesús, con prontitud.

Implica radicalidad, es decir, abandonarlo todo por Él: los apóstoles comprendieron la llamada a seguir a Jesús como una donación total de sí mismos y de todos sus bienes. Después se lo recordarán a Jesús, Pedro dirá: “nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido” (Mt 19, 27). Lucas precisa: “todos nuestros bienes” (Lc 18, 28). Y Jesús sabe qué cosa han dejado por él y por el Evangelio, por eso le responde a Pedro: “en verdad os digo, no hay nadie que haya dejado casa, o mujer o hermano o padres o hijos por el reino de Dios, que no reciba mucho más en el tiempo presente y la vida eterna en el tiempo venidero” (Lc 18, 29-30). En Mateo (Mt 19, 29) también viene especificado el abandono de hermanas, madre, campos “por mi nombre”, quien lo habrá hecho, promete Jesús, “recibirá el céntuplo y heredará la vida eterna”.

Y esta radicalidad implica la perpetuidad: la respuesta a la llamada es para siempre, si no fuese para siempre la donación de sí mismo no sería total.

Encomendamos a María Santísima a estos novicios y novicias. Que el Señor les de el don de tener siempre presente quién es el que los ha llamado, y de ser capaces de responder a la llamada sin reservas, renunciando a todo, con prontitud y perseverancia hasta el final.

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