Skip to content

Homilía del P. Diego Pombo, IVE, Padre Espiritual de las Servidoras, con ocasión de la profesión de cuatro religiosas en Bagnoregio, Italia, en la memoria del Dulce nombre de María

El 12 de septiembre tres religiosas italianas y la primer Servidora de Rumania, hicieron sus votos perpetuos en la iglesia perteneciente al convento franciscano que aloja al Estudiantado Internacional en Italia. Por gracia de Dios numerosas religiosas y familiares pudieron acompañar a nuestras neo-profesas perpetuas en este momento tan importante de sus vidas. A continuación ofrecemos la homilía que predicó el P. Pombo, haciendo una profunda relación entre el nombre de María y la misión divina a Ella confiada.

La Virgen se llamaba María…

El ángel Gabriel fue mandado por Dios…. a una virgen…

La virgen se llamaba María(Lc 1, 26-27)

El nombre de María

No sabemos exactamente cuál es el significado etimológico del nombre «María». Algunos estudiosos piensan que es un nombre egipcio, porque es el nombre que la Biblia atribuye a la hermana de Moisés; como Moisés es un nombre egipcio, podría ser egipcio también el nombre de la hermana. Derivaría de la raíz mery, o meryt, que significa «elegida, dilecta, amada». Hay otros que piensan que es de origen hebreo y podría derivar de muchas raíces: probablemente de «mar: señora»; María significaría entonces «la Señora», un nombre di dignidad. Pero los significados posibles son muchísimos, hasta sesenta[1].

María a los ojos de Dios

Sin embargo, el verdadero significado del nombre de María es aquel determinado por Dios mismo. Dios conoce a cada uno de nosotros «por nombre», es decir, según la personalísima vocación. Entonces es importante saber quién es María para Dios, cómo Dios la conoce, lo cual nos es revelado en la Escritura. De la Escritura nosotros podemos saber cuatro cosas que dan contenido y significado al nombre de María:

María «llena de gracia»

María es «la llena de gracia» El ángel enviado por Dios a María, la llama así: llena de gracia. San Juan Pablo II dice «Llena de gracia es el nombre que María tiene a los ojos de Dios. En efecto, el ángel, según la narración del evangelista san Lucas, lo usa incluso antes de pronunciar el nombre de María, poniendo así de relieve el aspecto principal que el Señor ve en la personalidad de la Virgen de Nazaret»[2].

La expresión “llena de gracia” traduce la palabra griega kecharitoméne, la cual es un participio pasivo. No se debería por tanto decir simplemente “llena de gracia”, sino “hecha llena de gracia” o también “colmada de gracia”, (…) se trata de un don hecho por Dios a la Virgen. Se trata de una gracia perfecta y duradera que implica plenitud[3].

Dice también Juan Pablo II: «la expresión “llena de gracia” equivale prácticamente a un nombre: es el nombre de María a los ojos de Dios. Según la costumbre semítica, el nombre expresa la realidad de las personas y de las cosas a que se refiere. Por consiguiente, el título “llena” de gracia manifiesta la dimensión más profunda de la personalidad de la joven de Nazaret: de tal manera estaba colmada de gracia y era objeto del favor divino, que podía ser definida por esta predilección especial»[4].

María «templo de Dios»

María es aquella en quien se realiza la promesa de Dios de estar con nosotros. «El Señor está contigo…» le dice el ángel. Corresponde a la promesa que el Señor en el Antiguo Testamento hacía a aquellos a quienes se les confiaba una difícil misión. Por ejemplo, a Moisés, Dios le confía la misión de hacer salir al pueblo de Israel desde Egipto. «¿Quién soy yo para ir al farón?», dice Moisés. Y Dios responde simplemente: «Yo estaré contigo» (Ex 3, 10-12).

Lo mismo le sucedió a Josué. Dios le dice que debe entrar en la tierra que había prometido que le daría, pero el problema es que tiene que afrontar todos los pueblos que habitan esa tierra. Dios le dice: «Estaré contigo como lo estuve con Moisés; no te dejaré ni te abandonaré» (Jos 1, 1 -5).

Lo mismo a Jeremías. Cuando recibe su misión, también él se resiste, diciendo: «Ay, Señor, Yavé, ¡cómo podría hablar yo, que soy un muchacho!» (Jer 1, 6). Y el Señor le responde: «No les tengas miedo, porque estaré contigo» (Jer 1, 8)[5].

Y María hace posible que esta promesa de Dios de estar con nosotros se cumpla plenamente. Porque en María Dios se hace plenamente «el Dios con nosotros». Dios está con ella, dice el ángel, Dios está en ella, como templo y tabernáculo, y lo da a luz para que sea también el Dios con nosotros.

María «la que ha creído»

María es aquella que ha creído. De este modo Isabel se refiere a María. Es la primera bienaventuranza referida por Lucas en su Evangelio. Al ángel que le propone ser madre, María hace presente su propósito de virginidad. No duda sobre la posibilidad de aquello que el ángel le anuncia, pregunta solo sobre el modo. «Buscó el modo, no dudó de la omnipotencia de Dios», comenta san Agustín[6].

A María se le propone adherir a una verdad mucho más alta de aquella anunciada a Zacarías. Éste es invitado a creer en un nacimiento maravilloso que se realizará dentro de una unión matrimonial estéril, que Dios quiere hacer fecunda: intervención divina análoga a aquellas de las que se habían beneficiado algunas mujeres del Antiguo Testamento: Sara (Gn 17, 15-21; 18,10-14), Raquel (Gn 30, 22), la madre de Sansón (Jue 13, 1-7), Ana, la madre de Samuel (1 Sam 1, 11-20). En tales episodios se subraya sobre todo la gratuidad del don de Dios[7].

María es llamada a creer en una maternidad virginal, de la cual el Antiguo Testamento no recuerda ningún precedente. A María se le pide adherir a una verdad nunca enunciada en el pasado. Ella acogiendo la llamada expresa la fe en el poder divino de conciliar la virginidad con su excepcional y única maternidad[8].

Dios conoce y llama a cada uno «por nombre»

Y Dios, que conoce a cada uno de nosotros «por nombre» antes aún de ser concebidos en el seno materno, Dios que nos conoce hasta lo más íntimo, dirige Su llamada «por nombre» a estas hermanas que hoy quieren, como María, decir al proyecto de Dios sobre ellas: «sí». Quieren responder como María: soy la sierva del Señor, se cumpla en mí según tu voluntad.

Un sí que pronunciarán con su fórmula de profesión religiosa y que permanecerá, con la ayuda de Dios, para siempre.

Un sí lleno de fe, como el de María, que se convierta en vida, es decir:

– compromiso constante con Dios, en la búsqueda de la santidad, a ejemplo de María Llena de gracia;

– compromiso constante con el prójimo, llevando a Cristo y anunciando su Evangelio a todos los hombres con el testimonio de su vida consagrada, a ejemplo de María que dio al mundo al autor de la vida e hizo posible que el Señor esté con nosotros; como el ángel dijo a María: el Señor está contigo, Dios les dice a todas ustedes Yo estoy contigo siempre;

– compromiso constante con Dios y con el prójimo, que a ejemplo di aquella que ha creído, tengan una fe inquebrantable que se abandona libre y conscientemente a la iniciativa de Dios, que realizará en cada una de ustedes cosas grandes.


[1]Cf. A. Vanhoye, Il Pane quotidiano della parola, Casale Monferrato 1994, p. 933.

[2]Ibidem.

[3]Cf. Ibidem.

[4]San Juan Pablo II, Audiencia general, Miércoles 15 de mayo de 1996, n.2.

[5]Cf. A. Vanhoye, Messa, vita offerta, Roma 2007, pp. 13-14.

[6]San Agustín, Sermo 291.

[7]San Juan Pablo II, Audiencia general, Miércoles 3 de julio de 1996, n. 3.

[8]Cf. Ibidem.

Tags: