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Homilía del P. Francisco Javier de Igarzábal, IVE, con ocasión de los votos perpetuos de la Hermana Maria del Buon Consiglio en L’Ollería, España

Los votos perpetuos de nuestra Hermana, el pasado 29 de julio, tuvieron lugar en el Monasterio “De los Santos Patronos de Europa” y en la homilía, el P. Francisco pronunció el siguiente sermón que puede ser de mucha ayuda para vivir con radicalidad y sencillez la hermosa vocación a la que hemos sido llamadas por la infinita Bondad divina.

Ser toda de Jesús

 Escribía Santa Teresita del Niño Jesús el día de sus votos perpetuos: “¡Mi amado Jesús, tú eres ya todo mío y yo soy ya para siempre tu humilde esposa!”.

Hermana Maria del Buon Consiglio hoy es el día de tu desposorio con Jesús. Después de esta Santa Misa tú también podrás decir: “Jesús, tú eres ya todo mío y yo soy ya para siempre tu humilde esposa”.

Hoy te desposas, pero no con un hombre cualquiera, sino que te desposas con el mismo Verbo Encarnado. A partir de hoy no eres más una mujer cualquiera, a partir de hoy eres la esposa del mismo Dios, por este motivo a partir de hoy deberás ser toda de Jesús. Este día pasa a ser el día más importante de tu vida. ¡Jamás se deberá borrar de tu memoria el recuerdo de este día, en que has tenido la gracia de desposarte con Cristo; ni te canses de darle agradecerle por tan grande beneficio!

Continuaba escribiendo Santa Teresita: “Por fin ya soy toda de Jesús. A pesar de mi indignidad, él ha querido tomarme por esposa. Ahora tengo yo que darle pruebas de mi amor”.

Hermana Maria del Buon Consiglio, Dios no ha cesado de mostrarte a cada instante de tu vida su excesivo amor, pensemos tan solo en el trabajo que ha tenido que hacer para tenerte como esposa. Primero, Dios te ha tenido que escoger entre todo el número incontable de criaturas posibles; luego pensó que nacieras en Italia, un país católico, para hacerte hija de la Iglesia por medio del Bautismo. Después, ha tenido que preferirte a tantas personas que viven en el mundo y con ese fin comenzó a favorecerte con tantas luces y gracias especiales, con las cuales te fue atrayendo para que te convirtieras finalmente en su esposa.

Podríamos citar tantísimos ejemplos más de cómo Dios no ha cesado de mostrarte su amor. Por eso, a partir de este momento, eres tú la que debes dar pruebas de tu amor a Cristo. Eres tú la que a partir de ahora debes mostrar con tu vida que eres toda de Jesús, que le perteneces totalmente a Él.

San Bernardo tiene un escrito donde muestra cómo debe corresponder una verdadera esposa de Cristo. Dice el Santo: “Cuando veáis un alma que lo abandona todo, para unirse con todas sus fuerzas al Verbo, (y) vivir (solo) para Él, (…) no dudéis en reconocerla como esposa del Verbo”.

Por eso Hermana Maria del Buon Consiglio, si quieres darle pruebas de tu amor a Cristo deberás dejarlo todo, deberás unirte a Él con todas tus fuerzas y deberás vivir solo para Él.

Veamos entonces cada una de estas tres cosas:

1° Deberás dejarlo todo

 Todos nosotros hemos entrado a la vida religiosa para dejarlo todo. Sin embargo, el problema que se nos presenta es que en la práctica no terminamos dejando todo, dejamos casi todo, pero no todo. Dejamos todo menos ese pequeño apego, dejamos todo menos esa pequeña imperfección. Pero el único modo para ser realmente toda de Jesús es dejarlo todo, absolutamente todo.

Decía Santa Teresita: “¿Cómo va a poder unirse íntimamente a Dios un corazón entregado al afecto de las criaturas?… Pienso que es imposible”.

Y continua la Santa: “Da gracias a Jesús por haberte dado un don tan precioso y entrégale todo entero tu corazón. Las criaturas son demasiado pequeñas para llenar el vacío inmenso que Jesús ha abierto en ti, no les des cabida en tu alma…”.

La Santa tiene clara consciencia que, para llegar a ser toda de Cristo, el único camino es renunciar a todo lo que no sea Cristo.

Cristo es un Esposo celoso, no se conforma con un corazón dividido. Quiere ante todo que te desprendas de todas las creaturas. Cristo, jamás se dará por satisfecho si no eres totalmente suya, y para lograrlo debes despojarte de todos los afectos terrenos, de las vanidades, de las riquezas, de los parientes, de tu propia estima y hasta de tu voluntad. Sobre todo, es importante guardar la puerta del corazón, para que no entre en él afecto a persona alguna.

Esto exige una radicalidad absoluta, al punto que podamos decir con Santa Teresita: “no puedo encontrar ninguna criatura que me satisfaga, quiero dárselo todo a Jesús, no quiero dar a las criaturas ni un solo átomo de mi amor. ¡Ojalá que Jesús me conceda siempre comprender que sólo Él es la felicidad perfecta, incluso cuando parece ausentarse…!”.

2° Unirse a Cristo con todas tus fuerzas

 Para ser toda de Jesús deberás buscar unirte Él con todas tus fuerzas. ¿Qué significa unirse Jesús? Que lo debes seguir en todo y por todo, debes hacer propios los pensamientos de Él; favorecer sus intereses, compartir sus trabajos, asociarte a su destino. Esto quiere decir que a partir de ahora debes renunciar a tus gustos, a tus costumbres, para buscar únicamente adquirir las costumbres y los gustos de Jesús. Deberás asemejarte en todo a Jesús.

Escribía Santa Teresita: “nuestro único deseo es el de asemejarnos a nuestro adorable Maestro, a quien el mundo no quiso conocer porque se anonadó a sí mismo tomando la forma y la condición de esclavo”. “Para ser la esposa de Jesús, es necesario parecerse a Jesús. ¡Y Jesús está todo Él sangrante, está coronado de espinas…!”.

En otra ocasión escribía la Santa: “Al privilegiarte con su amor, quiere hacerte semejante a él. ¿Por qué te vas a asustar de no poder llevar esa Cruz sin desfallecer? Jesús cayó hasta tres veces camino del Calvario, y tú, pobre niñita, ¿no vas a parecerte a tu Esposo, no querrás caer 100 veces, si es necesario, para demostrarle tu amor levantándote con más fuerzas que antes de la caída…?”.

La Santa es bien clara: para unirte al Esposo debes asemejarte a Él y el modo más perfecto de asemejarte a él es crucificándote con Él. La Cruz tiene dos lados, de un lado está Cristo crucificado, el otro lado está vacío, Cristo está esperando que te crucifiques con Él.

Hermana Maria del Buon Consiglio, para ser toda de Jesús deberás unirte a Él con todas tus fuerzas. Cristo mismo te está esperando y por eso en esta noche de tu desposorio con Él, Cristo te regala su Cruz, su corona de espinas y sus clavos y murmurándote al oído te dice: “Recuerda que las joyas que deben adornar a la esposa de un rey crucificado no pueden ser sino las espinas y la Cruz”.

3° Vivir sólo para Él

 Finalmente, para ser toda de Jesús deberás vivir sólo para Él. Una buena esposa vive únicamente para el Esposo, no busca más que agradarle a Él. Una buena esposa de Cristo está penetrada de santo celo por el honor de su Esposo y de esta manera las cobardías, las infidelidades, las injurias de tantas almas, la hieren a ella misma y estimulan su ardor y su generosidad. Acá se deben superan los límites de la razón, hay que moverse únicamente por amor. Acá la consagrada no sólo se encuentra crucificada con su Esposo, sino que ahora lo único que busca es consolar a Cristo.

Escribía Santa Teresita: “Hagamos de nuestra vida un sacrificio continuado, un martirio de amor, para consolar a Jesús. Él no quiere más que una mirada, un suspiro, ¡pero una mirada y un suspiro que sean sólo para Él…! Que todos los instantes de nuestra vida sean sólo para Él”.

En otra parte decía la Santa: “La ruta que sigo no tiene ningún consuelo para mí, y sin embargo me trae todos los consuelos, porque es Jesús quien la ha elegido y yo quiero consolarlo sólo a Él, ¡sólo a Él…!”.

Vivir solo para Él, vivir para consolar a Cristo, vivir para reparar. Es un amor totalmente desinteresado, la esposa no busca ningún beneficio para ella, no busca ganar méritos ni consuelos, se mueve solo por la pureza de su amor. Un amor tan intenso que sólo piensa en consolar.

Escribía la Santa: “no quiero acumular méritos para el cielo, quiero trabajar sólo por tu amor, con el único fin de agradarte, de consolar a tu Sagrado Corazón y de salvar almas que te amen eternamente”.

* * *

Hermana Maria del Buon Consiglio, en pocos instantes te desposarás con Cristo por toda la eternidad, no te conformes con ser una buena esposa, busca ser la mejor recordando, que para eso deberás abandonarlo todo, unirte con todas las fuerzas a Cristo y vivir sólo para Él.

Quería terminar esta homilía leyendo el pedido que hizo Santa Teresita a Cristo en el día de sus votos perpetuos:

“¡Oh Jesús, divino Esposo mío!, que nunca pierda yo la segunda vestidura de mi Bautismo. Llévame antes de que cometa la más leve falta voluntaria. Que nunca busque yo, y que nunca encuentre, cosa alguna fuera de Ti; que las criaturas no sean nada para mí y que yo no sea nada para ellas, sino que Tú, Jesús ¡lo seas todo…!

Que las cosas de la tierra no lleguen nunca a turbar mi alma, y que nada turbe mi paz. Jesús, no te pido más que la paz, y también el amor, un amor infinito y sin más límites que tú mismo, un amor cuyo centro no sea yo sino Tú, Jesús mío.

Jesús, que yo muera mártir por ti, con el martirio del corazón o con el del cuerpo, o mejor con los dos… Concédeme cumplir mis votos con toda perfección, y hazme comprender cómo debe ser una esposa tuya.

Haz que nunca sea yo una carga para la comunidad, sino que nadie se ocupe de mí, que me vea pisada y olvidada como un granito de arena tuyo, Jesús.

¡Mi Jesús amado, Tú eres ya todo mío y yo soy ya para siempre tu humilde esposa…!”.

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