El 19 de marzo conmemoramos los 30 años de la Rama contemplativa del Instituto, cuando un grupito de Servidoras inició esta experiencia en una pequeña y humilde casa en San Rafael, nuestro primer Monasterio, el Monasterio “Santa Terea de los Andes”. El 3 de mayo, día de la gracia fundacional, tuvo lugar en la capilla del actual Monasterio una solemne celebración de la Santa Misa, presidida por el P. Tomás Orell, IVE, quien fue durante muchos años capellán de este Monasterio en sus primeros tiempos. La M. María Corredentora, Superiora General, participó de la Santa Misa y de los correspondientes festejos. Damos gracias a Dios por el don de la vida contemplativa y ofrecemos la homilía del P. Tomás que nos ayudarán a apreciar el valor de este modo de consagración.
Festejos por el 30° aniversario del primer Monasterio
TREINTA AÑOS DE FUNDACIÓN
Aquella noche decisiva del Jueves Santo, Nuestro Señor llevó a sus elegidos al Monte de los olivos, al huerto de la oración filial con Su Padre Dios.
El mismo amor a sus elegidos convocó hace treinta años, en este monte de olivos a otras elegidas para acompañarlo en su oración. Los muchos frutos que se han seguido de esa respuesta generosa hacen que la fecha sea verdaderamente memorable. Y memorable también en el sentido de que podamos ver renovada la respuesta a aquella convocatoria siempre actual.
Fecha de fundación. Fecha también de la gracia fundacional; del carisma que nos abre un camino de múltiples aventuras misioneras. Y misión singular en la Iglesia es la vida contemplativa; misión de “transfigurar el mundo”[1], “sin anteponer nada al amor de Cristo”[2]; “Signo elocuente de comunión”[3].
Buscando en la Sagrada Escritura la inspiración para celebrar esta fecha fundacional, me vino a la mente la figura de Elías; al fin y al cabo es considerado como fundador de la vida contemplativa por los carmelitas.
Elías el profeta, modelo de profetas. Aparece en un momento dramático de la historia de Israel: el impío rey Ajab había promocionado el culto a Baal, el dios cananeo – fenicio. El libro de los reyes pone, que entre los males que cometió fue el haber tomado como esposa a Fesabel, hija del rey de Sidón, que arrastró a Ajab a postrarse ante Baal y a levantarse a un lugar de culto en la capital de Samaría.
Baal era el dios cananeo de la vegetación, dios de la lluvia que fecunda la tierra. Elías aparece anunciando que vendrán años sin lluvia ni rocío, “hasta que mi boca lo diga” (1Re 17,1); y puesto que es Dios quien habla por boca del profeta, habrá tres años de sequía. De ese modo castiga Dios al pueblo por “andar tras los baales”; será un modo muy concreto para demostrar que no es Baal el que da la fecundidad, sino el Señor, Dios de Israel, a quien sirve Elías.
¿Tiene algo que ver una contemplativa con Elías? Sí, y no poco. La vida de una contemplativa denuncia claramente que el único Dios a quien se debe servir es el Señor, Nuestro Señor, Padre de Jesucristo. ¡Dios! De quien proceden todos los bienes, el único que fecunda toda esta tierra, y lo hace por amor a sus elegidos; gracias a ellos se benefician tantos otros.
Como Elías, la contemplativa dedica su vida al servicio de Dios, al servicio de su Gloria y de su designio de salvación del género humano.
Elías mismo, hombre al fin, necesitaba pruebas de que Dios tiene cuidado de sus servidores. El Señor lo envía a esconderse en el torrente Kerit (el rey lo buscaba y no para felicitarlo). El profeta podrá beber del torrente y los cuervos le traerán alimento. Y cuando se secó el torrente, la Palabra del Señor lo envió al territorio de Sidón, a Sarepta. Allí verá Elías que el castigo del Señor, Dios de Israel, afecta también a la tierra de los cananeos de Sidón, donde se da culto a Baal: tampoco en su propia tierra tiene poder el falso dios.
Verá también Elías que el Dios de Israel provee también en tierra extranjera: la viuda de Sarepta lo alimentará, porque Elías le profetiza que no se acabará la harina ni el aceite de la alacena de la viuda hasta que la lluvia haya vuelto a fecundar la tierra.
Las contemplativas no solo por las viudas son alimentadas… viudos, casados y solteros… proveen su pan. Elías pidiendo ayuda a la viuda, le trae la salvación a ella y a su hijito. Hoy en día el teléfono de la viuda recibiría no pocos mensajes…
Finalmente Elías es enviado por Dios a presentarse al rey Ajab: al tercer año dispone Dios hacer volver la lluvia sobre la tierra. Pero antes es preciso purificar a Israel del culto de Baal. Y esto tiene lugar en el Monte Carmelo. Allí hace Elías convocar a los profetas del falso dios, aquellos que había traído Jezabel y los mantenía. Elías propuso el desafío de hacer un sacrificio sin aplicar fuego a la leña: era la divinidad quien debía proveer el fuego. El pueblo hace de árbitro y acepta la propuesta, los profetas de Baal no podían negarse. El resultado fue que se mostró la inexistencia de Baal, que no pudo proporcionar ni lluvia ni fuego, y sus 450 profetas fueron degollados por Elías.
A decir verdad, no veo a las contemplativas degollando profetas falsos, ¡Dios nos libre! Pero así como Dios respondió a Elías en el Carmelo, responde también a las peticiones que se elevan desde los monasterios.
Las contemplativas, con su vida de oración, conforman fortalezas de pureza religiosa, de culto al verdadero Dios, como hizo Elías en el Carmelo. Y de tales y tantas fortalezas se derraman fuerzas de gracia de Dios para sostener a los fieles en su lucha contra el espíritu del mundo.
Sin duda, la sequía y diferentes plagas afectan tanto a los pecadores como a los justos, pero aquellos que se cobijan a la sombra de los monasterios – me refiero a los fieles que se encomiendan a las oraciones de las monjas y monjes – ellos, en las pruebas y calamidades son auxiliados por Dios. En ocasiones salen beneficiados materialmente; y siempre espiritualmente.
¿Hasta cuándo van a estar ustedes rengueando por los dos lados? Aquellos israelitas eran de los que le encienden una vela a Dios y otra al diablo – ¡por las dudas! -. Elías les habla duramente para que comprendan que hay un solo Dios verdadero a quien deben dar culto. Las contemplativas lo muestran ante el mundo de hoy. ¡Qué tiempo!, cada vez más supersticiones, magia, ocultismo; New Age y la mar en coche… Incluso el culto al Verdadero Dios está mezclado de superstición, en cuanto se mezcla la idea de: “por las dudas, no sea que nos castigue”.
La contemplativa muestra que el culto al Verdadero Dios es puro, por amor, lleno de plena confianza.
Cuando la impía Jezabel supo que Elías había “limpiado” a sus profetas, éste tuvo que huir: se fue al desierto, donde deseó la muerte. Pero un ángel le trajo alimento, con cuya energía caminó 40 días hasta la Montaña Santa, el Horeb o Sinaí, donde Dios había revelado a Moisés su Nombre, y donde el Señor hizo alianza con Israel. En una hendidura de la roca, Elías tiene aquella experiencia de Dios que descubre presente en una brisa suave. “¿Qué haces aquí Elías?”, pregunta el Señor. “Ardo en celo por el Señor, Dios de los Ejércitos” (1 Re 19,9).
El alma contemplativa, como la de Elías, se hace capaz de entrar en la intimidad de Dios. Para ello es necesario el celo por la Gloria de Dios. Ese celo que lleva al alma a entrar en el desierto y morir a sí misma, para ir subiendo hacia el íntimo encuentro con el Señor. Y la Eucaristía es el alimento que da las fuerzas necesarias para ese camino.
El último pasaje al que quiero referirme es el de la ascensión de Elías, cuando es arrebatado al paso de un carro y caballos de fuego. Es uno de los pasajes misteriosos de la Biblia. No es mi intención ni dar una interpretación, ni entrar en los pormenores de la escena, pero no puedo esquivar el poner en relación el pasaje con la vida contemplativa.
Hay dos elementos que aparecen en la escena: el fuego y la ráfaga. Son los elementos que manifiestan la presencia del Espíritu Santo en Pentecostés.
No dudemos que Elías hizo su ministerio conducido por el Espíritu Santo. El texto bíblico muestra que arrebatado por el Espíritu Santo, fuego y viento, pasó Elías a la eternidad.
A esto tiende la vida contemplativa, a disponer las almas a ser conducidas por el Espíritu Santo; a mostrar que el Espíritu de Dios no ha perdido su eficacia en la Iglesia.
Si Elías murió o no murió, no lo sé decir; si volverá o no, tampoco puedo decir ni más ni menos de lo que expresan los textos de la Escritura, que no son fáciles de interpretar. Y no conozco si el Magisterio se ha pronunciado sobre el tema; de todos modos no es cuestión de fe.
Lo que sé decir es que la vida contemplativa no desaparecerá, no morirá; es una vida que tiene inicio en esta tierra pero continuará en el Cielo; porque la misma ocupación del alma contemplativa en la vida presente será la que tenga en la vida eterna: la contemplación beatífica de Dios y de su Hijo Jesucristo: “Al despertar me saciaré de Su semblante” (Sal 17).
Es por eso que la vida contemplativa está signada por el amor, la caridad, cuyo fruto primero es la alegría: “Dios es alegría infinita”, dijo Santa Teresa de los Andes; que es lo mismo de San Juan: “Dios es Amor”. Sé también decir que todo lo dicho sobre el alma contemplativa fue llevado a cumplimiento por María Santísima. Ella sí fue arrebatada al Cielo por el Amor. Ella sí ascendió en cuerpo y alma, y mientras esperamos la Venida Gloriosa de su Hijo, con Él ella nos bendice. Amén.