Aprovechamos, con este testimonio sobre la aspirante Jayreia, para agradecer principalmente al R. P. Carlos Buela, por querer para nuestro Instituto la fundación del aspirantado.
“Y no amaron tanto su vida que temieran la muerte, por esto estad alegres cielos y los que moráis en sus tiendas” [1]. Ciertamente ella estará alegre en el cielo gozando de Dios porque no amó tanto su vida que temiera la muerte, muy al contrario de la mayoría de los jóvenes “hijos de este mundo”, que no pueden “vivir” porque no quieren morir, seguramente ella “murió” a los “encantos de este mundo” “conoció la hiel que está escondida en la “miel” de los goces de este suelo, y por no haber cedido a sus encantos está gozando los del cielo eterno…”[2]. Y ya en este suelo vivió para Cristo y en Cristo, viendo nosotros la señal inequívoca de esto en su sana y constante alegría.
No solo Dios la preservó como perla de los engaños “de este mundo” desde temprana edad, sino que ella libremente se privó de los goces legítimos como el compartir sus días de niñez con su mamá y sus hermanitos… “y fue dichosa porque de entre todas fue por Dios sorprendida con su lámpara encendida para el banquete de bodas…”[3].
Su nombre Jayreia significa “la que hace mucho el bien”. Había llegado a nuestro Hogar de Alejandría en julio del 2008. En febrero del 2010 había entrado al aspirantado y comenzado el primer año de preparatoria. Su contextura física era menuda y de gestos muy simpáticos.
Vivió sencillamente la caridad evangélica, como algo natural de quien ama y comprende con la mirada de niño el amor de Cristo, esto se reflejaba en la prontitud al levantarse y acudir a las oraciones de la mañana, cuando se preparaba para cada santa Misa, Adoración al Santísimo, el rezo del Rosario y como consecuencia lógica en el trato amable, real y concreto a Jesús en su prójimo que es regla y medida del amor cristiano. Era muy querida por el resto de sus compañeras, ocurrente, inquieta, entusiasta, dispuesta siempre a ayudar. “Khairia (Jayreia) era obediente y nunca se quejaba, a pesar de que a veces estuvo enferma o tuvo dificultades. No decía nunca las cosas que le molestaban o que le dolían. Tenía una buena relación con las otras aspirantes. En la escuela era una buena alumna” (Madre Mariam Saiedat Ilije, maestra de aspirantes).
El 10 de setiembre empezaron los síntomas de su enfermedad. Se le diagnosticó infección en los pulmones, mal que fue agravándose rápidamente. Permaneció 23 días en cuidados intensivos. Los primeros días estuvo inconsciente, pero recobró la conciencia el 4 de octubre, unos días antes de su muerte, aunque no podía hablar porque estaba entubada. Su situación empeoró a partir del día 7. Fue providencial que el día antes de morir tuviese una leve mejoría al mismo tiempo que recibía la visita de su mamá, quien llegaba del sur, a visitarla. Parecía que la esperó para despedirse.
Voló al Cielo el 9 de octubre, a los 12 años. “Con el abrazo inocente de un hondo pacto amoroso, vienes a unirte al Esposo por virgen y por prudente…”[4]
Nos queda finalmente mucho por aprender de esta pequeña y gran Servidora (quien por cierto arrebató a las aspirantes de nuestro Instituto el primer lugar en el cielo). Mucho para reflexionar, pidiendo a Dios la gracia de poner por obra… el testimonio simple y amoroso de esta aspirantita. Que su ejemplo nos mueva a buscar intensamente a nuestro Esposo con simpleza en lo que nos pida y nos presente día a día.
Recogemos algunos testimonios:
“Estando internada en el hospital, antes de quedar inconsciente, me dijo que iba a encontrarse con su papá en el cielo” (Madre Mariam Saiedat Ilije).
“Puedo dar testimonio de su alegría y servicialidad. En el mes de julio tuve la oportunidad de acompañar a un grupo de voluntarios españoles al aspirantado. Ella los recibió con sus ojos vivos y brillantes y una amplia sonrisa en su rostro. En silencio observaba todo, parecía disfrutar y gozar de cada cosa que se hacía, como esos niños que se maravillan y contentan con esas cosas simples y sencillas, era agradable su presencia.
Recuerdo que los voluntarios propusieron hacer juegos y canciones en las cuales ellas tenían que hacer mímicas. En algunas donde la coordinación no abundaba recaía la timidez y la vergüenza, resultaba simpático ver como en ese momento ella alentaba (y justamente no es que gozaba de una coordinación deslumbrante) a las demás a seguir participando con gran entusiasmo.
Por otro lado en medio del bullicio de las aspirantes que participaban expectantes de la novedad ella se dirigía hacia la cocina, trayendo unas botellas de agua fresca y vasos para las visitas, luego con ayuda de otras trajo bancos para que se sentaran y así poder hacer una ronda. Son esos gestos sencillos que hacen extraordinarias a algunas almas…” (Hna. María Annunziata).
“Durante el mes de septiembre fui dos semanas a ayudar al aspirantado, me tocaba estar con las pequeñas, entre ellas Jayreia. Poco tiempo antes de que muriera. La primer semana fuimos de convivencia al Bitash, que es un lugar muy lindo en Alejandría a orillas del mar. Era llamativo ver en ella, como también en otras, su disposición a todos los trabajos de limpieza, cocina y lo que se le pidiera, acompañados con una gran alegría. Si le tocaba servicio era la primera en estar lista para atender a todas sin que la tengan que estar llamando o recordándole lo que debía hacer. Disfrutaba de los tiempos de juegos en la playa y recreaciones, siempre haciendo participar a las demás en las eutrapelias. En el tiempo que estuvimos en el convento, era presurosa en levantarse y comenzar las oraciones” (Hna. Maria Agustina de la Cruz)
Unidos en cada Santa Misa, desde la tierra del Exilio del Niño Jesús,
Hna. María Agustina de la Cruz,
Estudiante de lengua árabe en Alejandría, Misionera en Egipto.