Roma, 26 de octubre de 2015
Homilía del R.P. Ernesto Caparrós en la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz en Tuscania, Italia
Quiero contarles cómo hice para conocerlo -escribió Benson en su libro sobre la amistad de Cristo-, quiero contarles cómo hice para conocerlo…
Había sentido hablar mucho de Él, pero no hacía caso.
Me enviaba regalos cada día, pero yo jamás le agradecía.
Más de una vez me pareció que buscaba mi amistad, pero yo permanecía frío.
Yo estaba en la calle, miserable y hambriento, y a cada momento en peligro; y Él me ofreció refugio, bienestar, comida, seguridad; pero yo de todos modos era desagradecido. Al final, se cruzó en mi camino y, con lágrimas en los ojos, trató de decirme: ven y quédate conmigo.
Quiero contarles cómo me trata ahora.
Él colma todos mis anhelos.
Me da más de lo que me atrevo a pedir.
Se anticipa a todas mis necesidades.
Me suplica que le pida cada vez más.
Jamás recuerda mi ingratitud pasada.
Nunca me rechaza por mis pasados desatinos.
Quiero contarles, también, lo que pienso de Él.
Él es tan bueno como grande.
Su amor es tan vivo como verdadero.
Es tan pródigo en sus promesas, como fiel en mantenerlas.
Es celoso de mi amor, porque lo merece.
Yo en todo soy su deudor, pero Él me manda llamarlo Amigo (Benson), y aceptar su don, siempre, su don más preciado que siempre lleva consigo, en sus espaldas, y que se llama cruz, símbolo de todos sus sufrimientos y medio de la redención y de mi colaboración en ella.
“Cruz cuya exaltación hoy celebramos”, porque “por ella fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. Junto con el Crucificado, somos elevados y exaltados también nosotros”. Con estas palabras, San Andrés de Creta rinde homenaje a la Cruz en el Oficio de hoy, y junto a él también todos los santos y mártires de todos los tiempos.
Por ejemplo, en 1941 Santa Teresa Benedicta de la Cruz escribe a una religiosa: “la scientia crucis (ciencia de la cruz) solo puede ser aprendida si se siente todo el peso de la cruz. Ya estaba convencida de esto desde el primer instante, y de todo corazón he dicho: Ave, Crux, Spes única (te saludo, Cruz, única esperanza nuestra)”.
“¡Te saludamos, Cruz santa, única esperanza nuestra!”
“El mundo está en llamas: la lucha entre Cristo y el anticristo se ha encarnizado abiertamente, por eso si te decides por Cristo, hoy más que nunca debes abrazar su don, para ser elevada.
Si quieres ser la esposa del Crucificado, debes renunciar totalmente a tu voluntad y no tener otra aspiración que la de cumplir la voluntad de Dios, que es Cruz”. Son palabras que hacen referencia a otro mártir, también él muerto en Auschwitz, el 14 de agosto de 1942: Maximiliano Kolbe.
Internado varias veces en el hospital a causa de una tuberculosis pulmonar contraída en su juventud, el P. Kolbe piensa y reza mucho durante el silencio y la inactividad que los médicos le imponen. Piensa en lo que hace, en lo que no puede hacer, en los frutos que aparecen incluso cuando debe permanecer con los brazos cruzados. Y un día escribe sobre una hoja una frase misteriosa: «v = V». Es su gran intuición: «“v es nuestra voluntad; “V” es la voluntad de Dios. Nosotros podemos esforzarnos por trabajar, desgastar nuestras fuerzas cada día. Pero el resultado será siempre pequeñísimo, casi nulo, si Dios no le da su eficacia a nuestras acciones… Nuestra mayor preocupación, por tanto, no debe ser la de hacer muchísimo, sino de PENSAR, BUSCAR Y DESCUBRIR lo que Dios quiere que hagamos… Éste es el secreto del éxito: hacer coincidir nuestra pequeña “v” con la “V” grande de Dios». Y la “V” grande de Dios coincide con una cruz, a tu medida, en la cual serás elevada, si quieres. Gran precio y gran gloria, en ella florecerán tus virtudes, fructificarán los méritos y tu vida será fecunda en grandes obras.
Como esposa de Cristo, Él ahora te invita: «Ea, vayamos a Jerusalén, y todo lo que fue escrito por los profetas respecto al Hijo del hombre se cumplirá también en ti. Serás entregada a los paganos, escarnecida, ultrajada, y tal vez matada…
Un día Nuestro Señor dijo a Ananías refiriéndose a San Pablo: Yo le mostraré cuánto deberá sufrir por mi nombre (Hech 9,16). No dijo que le haría conocer dulzuras y consolaciones, sino sufrimientos. Lo mismo hizo con los Apóstoles, prediciéndoles que habrían de sufrir por su amor. Lo mismo para cada una de ustedes. Por tanto, hay que habituarse ya desde ahora a los pequeños sufrimientos para ser después generosas en los grandes; pedir al Señor luz y gracia para comprender sus padecimientos, como también la fuerza para sufrir bien. Sin espíritu de sacrificio no serán santas esposas, ni tendrán aquellos especiales favores de consolaciones que las confortarán y ayudarán.
El Señor nos ha dado ejemplo de sacrificio sufriendo en el alma y en el cuerpo, como afirma la Carta a los Hebreos: Él, en vez del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz, sin hacer caso de la ignominia (Hebr 12,2). Sobre las huellas del Señor caminaron todos los santos… todos, y ustedes, en el camino de la perfección, no serán una excepción.
También San Pablo decía: Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo (1 Cor 11,1). ¡Cuántas penas físicas y morales debió soportar el gran Apóstol! Penas corporales: flagelaciones, lapidaciones, naufragios; penas internas provenientes de su ministerio, como él mismo afirmaba: Y además de todo esto, mi tormento cotidiano: la solicitud por todas las iglesias (2 Cor 11,28). Los ejemplos del Apóstol son un reproche a nuestro poco amor al sufrimiento, a nuestra facilidad para desanimarnos en el apostolado, especialmente cuando no vemos frutos.
Amemos mucho la cruz, pero no solo poéticamente. Es fácil, cuando no tenemos sufrimientos, desear sufrir, pero es cuando éstos llegan que debemos demostrar nuestra virtud. Amar la cruz es muy perfecto, pero comencemos a pedir la gracia de soportarla.
Es necesario que todos estemos persuadidos de la necesidad del sacrificio para ser verdaderos discípulos de Nuestro Señor. No olvidemos jamás que las almas se salvan con el sacrificio. Las almas no se salvan más que con la cruz y por la cruz, como hizo Jesús. La gracia de Dios no falta, y si somos generosos soportando las pruebas que el Señor nos manda, podremos repetir con San Pablo: Estoy lleno de consuelo, reboso de gozo en medio de toda nuestra tribulación (2 Cor 7,4).
Por tanto, no solo no deben detenerse ante las tribulaciones, sino que éstas más bien deben impulsarlas a ser más fieles.
Sí, formémonos en el verdadero espíritu de sacrificio, incluso espiritual. Amar el sufrimiento, aprender a sufrir cualquier cosa sin hacerlo saber a todos. Entonces el Señor bendice. Vida de sacrificio, por tanto, desde la mañana hasta la noche.
Hacer todas las cosas por amor de Dios, renunciar a la propia voluntad y al propio juicio, llevar cada día la propia cruz, es un martirio lento, prolongado. ¡El martirio cruento es muy valioso, pero también este otro es muy preciado! Porque ésta es la exaltación de tu cruz en tu vida[1].
María, Madre de misericordia, haz que tus hijos, adorando la Cruz del Redentor, alcancen los frutos de la salvación que Él ha merecido con su Pasión; que sobre este leño glorioso claven sus propios pecados, quebranten su soberbia, curen las llagas de la condición humana; obtengan fuerza en la prueba, seguridad en el peligro, y fortificados con su protección recorran incólumes las sendas del mundo, hasta que tú los acojas en la Gloria, exaltados junto a tu Hijo por haber llevado, durante la vida, su Cruz.
Crónica de la Misión Popular en las Islas Galápagos, Ecuador
Dejémonos tocar por la fuerza de Cristo. Y “quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede
tenerlo sólo para sí, debe anunciarlo” San Juan Pablo II
A mediados del mes de julio de este año comenzó la primera misión popular en la Isla de Santa Cruz (Islas Galápagos) en la cual participaron el R. P. Matías, la Madre María de la Ascensión de Jesús (Maestra de novicias en la Provincia de Ecuador), 11 novicias, dos postulantes y 3 laicas de la parroquia. Hubo varias complicaciones para que se realizara esta misión, entre estas el vuelo tuvo que postergarse varias veces. En un principio debíamos pagar la mitad de cada pasaje, sucedió entonces que cuando nos íbamos a subir al avión no nos cobraron, debido a que el P. Teófilo León (Párroco diocesano) había hablado con el Coronel del avión militar y él nos permitió viajar gratuitamente. Otra de las dificultades era conseguir agua para los misioneros debido a que en la Isla el agua es salada de tal forma que toda el agua se compra. Gracias a Dios todo fue solucionándose y finalmente pudimos realizar el viaje.
La misión coincidió con la novena al Divino Niño Jesús, al cual se le tiene mucha devoción en la Isla. Esto ayudó a una mayor concurrencia de la gente del lugar, de manera que se pudo aprovechar al máximo las predicas del P. Matías y las controversias y cartuchos de las novicias. Durante la novena, se realizaron procesiones entre los barrios y una procesión marítima.
En la Isla hace mucho calor, clima contrario al de Loja, ciudad en donde se encuentra el Noviciado, en la cual hace frio y siempre llueve, pero esto no fue impedimento para llevar a Dios a los hogares. Se visitaron todas las casas y colegios. El grupo de jóvenes que se inició no era muy abundante pero tenían mucho entusiasmo. El día que las misioneras viajaban de regreso al continente, los jóvenes esperaron fuera de la casa donde se alojaban, para despedirlas, pedirles consejos y tener una última charla. Al grupo de niños asistieron muchos, con los cuales se pudo hacer un hermoso apostolado, estos dos grupos se reunieron todos los días después de clases. De esta manera la misión dio muchos frutos con la oficialización del grupo de jóvenes y con muchos fieles que recibieron los sacramentos. Se levantó la cruz misional y se dio por concluida la misión con la celebración de la Santa Misa, el fogón con cantos y un pequeño número teatral.
Junto con la misión popular, la comunidad de Servidoras presente en las Islas, recibió la primera visita de misioneras de otro país: la Madre María Ana de los Ángeles (Superiora Provincial de Perú) y la Madre Chiquinquirá (Superiora del Estudiantado de Perú), con quienes se realizó una reunión dedicada al apostolado escolar.
Damos gracias a Dios por tantos beneficios concedidos, pidiendo a la Sagrada Familia, que proteja y custodie la fe de este pueblo en medio del mar.
SSVM en Ecuador