Versión virtual. Año XXVIII. N°392

En el Antiguo Testamento vemos cómo a aquellos a quienes Dios quería convertir en líderes del pueblo, o confiarles una responsabilidad importante, primero los hacía pastores. De estos pastores tomaba a algunos para ser profetas, a otros para patriarcas, a otros para ser reyes. Con esto – comenta San Juan de Ávila – “Dios quería decir que Jesucristo sería también profeta de profetas, patriarca, rey y pastor”. Habrían crucificado a un profeta, a un rey… pero también a un pastor… que, observado por sus ovejas, en ese momento, las atraerá a todas hacia Sí.

Aquél que fue crucificado dijo que era el Hijo de Dios, que era Rey, pero también que era Pastor. Y éste es el punto sobre el que quisiera reflexionar. El hecho de que Aquel que está crucificado es un Pastor.

Tengo ovejas, dice Jesús… que escuchan mi voz. Lo dice Jesús en el Evangelio y con esto nos da a entender que Él elige a sus ovejas, las cría, las alimenta. Escuchan mi voz, como si dijera: “Mis ovejas se acercan a mí, me aman, acuden a mi llamado”.

San Juan de Ávila se hace las siguientes preguntas sobre la condición de Pastor de Jesús:

¿Desde cuándo Cristo tiene ovejas? Él nos eligió antes de la creación del mundo (Ef 1,4) responde San Pablo a los Efesios. Cristo es pastor desde hace mucho tiempo. No es un pastor que compra las ovejas y quiere ser su pastor. Eligió a sus ovejas antes que el mundo existiera. Cuando nos creó, nos hizo como su oveja para criar. “Aún no había nacido la oveja y ya tenía un Pastor”. Por eso, Dios ha dado a aquellos que serían suyos un Pastor para que sean protegidos, guiados, curados, para que lleguen a los pastos que el pastor quiere ofrecerles.

A un pastor tan antiguo, tan protector, tan bondadoso… ¿qué deben ofrecer sus ovejas? ¿Cómo pagarán el cuidado que el Señor tiene de ellas? ¡Tanto las cuida hasta dar la vida por ellas, para que ninguna se pierda! Le deben gratitud eterna.

¿Por qué nos eligió? No el motivo, no la razón de la elección, sino el propósito: En El fuimos elegidos para que fuésemos santos, irreprochables y sin mancha. Nos llamó por su gracia y voluntad para hacer de nosotros grandes santos y para verlo cara a cara. Entonces Él dijo: “elegiré a Juan y a Pedro, los elegiré para mí, para que sean santos y limpios, para que gocen de Mí para siempre, pero la ejecución de mi elección, el medio por el que todo sucederá, será a través de Jesucristo y en Él’.

Sólo se salvarán las ovejas que Él eligió. Sólo su rebaño llegará a la vida eterna y quien no lo sigue camina en tinieblas. Entonces, ¿cómo sé que soy oveja de Cristo? Mis ovejas oyen mi voz. Y después de oírla hacen lo que han oído… y me siguen. Donde Cristo va, allí, detrás de Él debemos estar nosotros. Él dijo: seréis felices si sabiendo estas cosas las ponéis en práctica.

El mundano se ríe de nuestras reflexiones. Y tal vez alguien aquí piense… ¿Ser una oveja? ¿Sumisión, etc., con todo lo que se te promete fuera? Olvidamos que, nos guste o no, siempre seguimos a un maestro. Siempre seguimos a alguien. Los chicos seguirán a un futbolista, las chicas a un cantante, hace poco me enteré que una chica hizo una religión basada en dibujos animados… nacemos con la inclinación de imitar y seguir a alguien. Si no se sigue a Cristo, entonces se seguirá a otro… pero siempre detrás de alguien.

“Los Beatles se habían convertido de hecho en una religión para millones de personas en todo el mundo. Durante la gira por Australia, al jefe de prensa, Derek Taylor, le llamó la atención el desconcertante espectáculo de innumerables manos extendidas a lo largo del recorrido del desfile, y de personas con alguna discapacidad que arrojaban sus muletas al ver a los chicos, como si su presencia pudiera curarlas.” (p. 146)

En resumen, seguir a alguien no será nuestra elección, nacemos esencialmente “dóciles”. Pero podemos elegir a quién seguir. La elección se reduce a ese instinto de elegir un guía. Y cuando el guía no está, cuando tu guía te falla allí comienza la falta de sentido, la desesperación, angustia, el vacío interior.

Pero el guía está allí y es Cristo. Jesús fue el pastor que condujo a los grandes santos al lugar donde hoy los honramos. Los santos son esas buenas ovejas que debemos imitar para llegar a nuestro pastor común.

Pero, ¿a qué Cristo sigues? ¿Sigues a Cristo? Pero ¿a qué Cristo? ¿El de los beneficios materiales? Si buscas en la Evangelio, no vas a encontrar ninguno. ¿El de la riqueza, del aplauso, de la comodidad, del egoísmo, de la vanidad? No existe. Si sigues a Cristo, sólo tienes la posibilidad de seguir a Cristo y éste crucificado, por quien todo lo considero por basura.

San Juan de Ávila pone el ejemplo de una piara de cerdos que escuchando una flauta de su dueño dejan de comer y van corriendo hacia él. Luego comenta: “¡Oh oveja! ¡Oh cristiano! ¿Reconoces que un animal irracional, el que menos razona, conoce la voz del pastor, y tú no reconoces la voz de tu Pastor? A la llamada del Pastor, la oveja lo deja todo. Y tú, oveja, tú, cristiano, comprado por la sangre del Cordero, eres llamado por el Señor y no reconoces su voz. Te llama un mes, te llama toda una Cuaresma y dos años, cuatro… como una mala oveja sigues comiendo y todo empeñado en tus lujurias y carnalidades, tus enemistades, tus envidias, tus odios… el Señor te está llamando y tú sigues sin escucharle”.

“¿Quieres saber si eres oveja de Cristo? Considera, pues, que si te cuesta perdonar a tu prójimo, pero escuchas a Dios que te dice: ¡Perdona! Entonces perdona. ¿Te gusta demasiado lo carnal? Mira, pues, si Dios te dice: No fornicarás, aléjate de eso, comienza a aborrecer la fornicación, si amas perdonar, si deseas la caridad para con tu prójimo… puedes creer que eres del redil de Cristo”. Puedes creer que no te perderás, puedes estar seguro de que Cristo cuida de ti.

Mis ovejas escuchan mi voz. Me siguen. “Donde yo voy, ellas van. Donde yo voy, ellas me siguen. No pierden el paso conmigo, no se quedan atrás. Va el pastor entre cardos y espinas, y allí veremos a su oveja, lisiada, perdiendo alguna lana, herida su carne en otra parte, y como puede, cansada como está, sigue siempre al pastor sin dudar. Él vuelve para curar y animar a esta oveja cansada, aunque ella sólo vea sus dolores”.

Sigámosle en la fe y en la verdad… En los momentos de cansancio, de cruz. Se burlarán de nosotros pero “que el mundo diga lo que quiera, que hable el mundo, que de hecho es mundo… nos persiga, nos critique, se burle de nosotros, nos pregunte lo que quiera… ‘Ve Señor donde quieras, llévame donde quieras; consuélame Señor, que tú eres mi Pastor’”.

Conclusión

Me contaba un muchacho de Albania, que él era pastor de ovejas. Me decía que las ovejas son muy dóciles al pastor. Pero que en el trayecto por donde él las llevaba, en una parte debían atravesar un río. Allí las ovejas se detenían y no querían seguirlo. Entonces él se lanzaba al río, y desde el agua las llamaba por el nombre. Escuchando las ovejas la voz del pastor que las llamaba desde el agua, perdían el temor y se lanzaban también ellas…

Y por allí va nuestro Pastor… detrás van sus ovejas, las verdaderas, que lo siguen dócilmente por el camino por donde Él va, Pero de repente, mirando fijamente al Pastor, las ovejas ven que éste se hace clavar en una cruz, coronar de espinas, elige ser abandonado… las ovejas lo miran. Y el Pastor, desde la cruz, las llama a seguirlo también en ello. Nos llama por nombre a lanzarnos a la cruz sin temor, pues Él está en ella.

Dice San Juan de Ávila: “¿Sigues al Señor sin la cruz? No vas, pues, tras Él”.

Y por eso San Juan de la Cruz en la Subida no deja lugar a dudas: 

“Quisiera persuadir a los espirituales de que tal camino [de unión con Dios] no consiste en la multiplicidad de meditaciones, prácticas y gustos, aunque todo esto sea algo necesario para los principiantes, sino en una sola cosa, en saber renunciar verdaderamente a sí mismo interior y exteriormente, abrazando los sufrimientos por Cristo y abnegándose en todo.

“Porque ejercitándose en esto, en todo lo demás y aún en otras cosas se progresa.

Si, por el contrario, faltan estos ejercicios, compendio y fundamento de todas las virtudes, cualquier otro modo de acción es una divagación infructuosa…

Porque de ningún modo se progresa sino es en la imitación de Cristo”[1].

San Luis María: “Hay que elegir, entre todas las devociones a la Santísima Virgen, la que lleva más a la renuncia de uno mismo, ya que esa es la mejor y la que más santifica” [TVD 82].

Jesús desde la cruz llama a sus ovejas por su nombre. Él se crucifica primero y de la manera más cruel. Desde allí nos llama a cada uno de nosotros por nuestro nombre para que tomemos nuestra cruz y lo sigamos. A amar nuestras cruces como el regalo más sublime que se puede hacer. A exaltar la reliquia de la santa cruz, pero también a exaltar nuestras cruces personales. “¿Puede la cruz quitar la paz? – se preguntaba el Cura de Ars. La cruz más bien trae la paz al corazón. Lo que puede perturbar es no aceptarla”.

Pidamos a María Santísima la gracia de recordar siempre que miramos una cruz, que allí está crucificado nuestro Pastor, y que desde allí nos llama a imitarle.