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Crónica: Al vencedor le daré un nombre nuevo que nadie sabe, sino el que lo recibe (Ap 2, 17)

Por gracia de Dios, el 31 de mayo, 38 novicias de nuestro Instituto –27 apostólicas y 11 contemplativas– pudieron recibir el nuevo nombre de María en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida.

Sabemos que el cambio de nombre tiene gran significado en toda la Sagrada Escritura, y que juntamente con ese cambio viene la misión que es confiada por Dios a aquel que recibe un nuevo nombre. Dice Mons. Straubinger que “el nombre no es una simple etiqueta, como hoy día suelen ponerse los nombres, sino la expresión de una idea que ha de realizarse en el portador del nombre. Así se explica que la nueva misión de Abrahán le acarrea un nuevo nombre. Abram, significa: Padre excelso; el nuevo nombre, Abrahán: ‘Padre de la muchedumbre’”[1].

El mismo Jesucristo cuando eligió a los apóstoles cambió el nombre de algunos, pero no de todos, sino solamente de aquellos a los que confió una misión especial, como por ejemplo a Simón-Pedro Jesús poniendo sus ojos en él, dijo: ‘Tú eres Simón, hijo de Juan: tú te llamarás Kefas’ que se traduce: Pedro– (Jn 1, 42). Kefas en arameo significa roca y en griego Petros. “Cristo dio a San Pedro este nuevo y público nombre, fue cierta señal que en lo secreto del alma le infundía a él, más que a ninguno de sus compañeros, un don de firmeza no vencible (…) para sí y para otros muchos en él; quiero decir, para todos los que le son sucesores en su Silla apostólica (…) Quede esto por cierto: que todos los nombres que se ponen por orden de Dios, traen consigo significación de algún particular secreto que la cosa nombrada en sí tiene”[2].

Por eso, este nombre nuevo que recibimos adquiere un aspecto misterioso y al mismo tiempo profético porque no podemos entender todo lo que él significa desde el inicio, y más cuando no se refiere a algo, sino a alguien en concreto. Dice un autor que las profecías se tornan más claras a medida que se aproximan a su realización, del mismo modo un nombre puede ser comprendido más claramente en la medida que se va cumpliendo en la persona a quien fue atribuido. Existe “una relación muy íntima entre el nombre y la persona que lo lleva. Es como un equivalente de la personalidad, el carácter o la misión de la persona nombrada (…). Es como si el Señor hubiese dicho: ‘Sobre las Servidoras… escribiré el nombre de mi Madre. Porque su misión en la vida cambia radicalmente, al consagrarse a Mí totalmente’”[3].

Cuando recibimos este segundo nombre, recibimos también una misión. Un nombre nuevo señala un nuevo camino a recorrer, un imperativo de Dios a realizarse, una orden divina a cumplirse. Es ese el nombre que nos define en la mente de Dios, y por tanto, así debemos llegar a ser en la realidad. El nombre desvela parte del misterio de nuestra santificación, porque pone de manifiesto el plan de Dios sobre cada una de nosotras. Y por eso, el día del cambio de nombre nos es revelado el término final de nuestro Itinerarium Vitae. En este día, Dios nos revela cuál es el misterio de María que debemos reproducir en nuestra propia carne. De tal modo que si todas las Servidoras llegasen a realizar perfectamente los designios de Dios y alcanzasen la santidad, el canto de alabanza que elevarían con sus vidas a la gloria de los Cielos no sería otro que las letanías de Nuestra Señora.

Puede pasar que, al inicio, no se entienda o no se aprecie mucho el nuevo nombre, como sucedió con Sor Isabel de la Trinidad: “en su corazón, la joven soñaba recibir en el Carmelo el nombre de Isabel de Jesús. No sin sacrificio ella acepta el de Isabel de la Trinidad, que la Priora le propone en memoria de una Carmelita de Beaune”[4]. Ese nombre, que tiene una relación muy profunda con la vida de esa santa y con el plan de santidad que Dios tenía para ella, fue siendo comprendido de a poco. Decía ella: “todavía no les dije mi nombre en el Carmelo: María Isabel de la Trinidad. Creo que este nombre indica una vocación particular. (…) Soy Isabel de la Trinidad, es decir, Isabel que desaparece, que se pierde en los ‘Tres’ y por Ellos se deja invadir[5][6].  “Esta fiesta de los ‘Tres’ es bien la mía. Para mí no hay otra igual; yo todavía no comprendía vivamente el misterio y la vocación de mi nombre[7]. Merece ser destacado lo que dice el Padre M. M. Philipon sobre el nombre de Santa Isabel de la Trinidad: “Este nombre nuevo es de la más alta importancia para el psicólogo u otro teólogo que desee certificar el desenvolvimiento supremo de la gracia bautismal en la Hna. Isabel de la Trinidad. Aquel ‘nombre personal’ por el cual el divino Pastor discierne y llama a cada una de las ovejas, permite descubrir el termino de predestinación de un alma. Tal nombre, de esto tenemos plena convicción, es el trazo más característico de la misión de la Hermana Isabel”[8].

  Agradecemos a la Santísima Virgen el don de poder llevar su dulce nombre y le pedimos la gracia de poder realizarlo en nuestra propia vida para que no se diga de nosotras lo que se dice de Eva: “La antigua Eva, más que madre, madrastra, ya que dio a gustar a sus hijos la muerte antes que vieran la luz del día y aunque fue llamada madre de todos los que viven, no justificó este apelativo; María, en cambio, realizó plenamente su significado, ya que ella, como la Iglesia de la que es figura, es Madre de todos los que renacen a la vida. Es, pues, en efecto, Madre de aquella Vida por la que todos viven, pues al dar a luz esta Vida, regeneró, en cierto modo, a los que habían de vivir por ella”[9].

Madre M. da Expectação


[1] Mons. Straubinger, nota en Gn 17, 5.

[2] Fray Luis de León, De los nombres de Cristo, Libro I, cap. 3.

[3] C. M. Buela, Las Servidoras I (Segni – 2007) p. 25.

[4] Santa Isabel de la trinidad, Obras Completas, 2ª ed., Voces (Petrópolis – 1993), p. 20. [La traducción es nuestra]

[5] Carta a G. de G., 20 de agosto de 1903.

[6] M. Philipon, Doctrina espiritual de Isabel de la Trinidad (Rio de Janeiro – 1957), p. 74. [La traducción es nuestra]

[7] Carta a su hermana, junio de 1902.

[8] Ibidem, p. 110.

[9] San Guerrico Abad, Sermón 1 in Assumptione beatae Mariae, Sec. XII; Liturgia de las Horas, Oficio de Lecturas en la Memoria de Santa María en sábado. Disponible en: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=lt_213&id_fecha=8-7-2017&idd=424&hora=2. Acceso el: 4 jun. 2021.