El Hábito Religioso: Testimonio y Misterio
¿Qué sería del mundo si no fuese por los religiosos? (…) En efecto, se necesitan personas que presenten el rostro paterno de Dios y el rostro materno de la Iglesia, que se jueguen la vida para que otros tengan vida y esperanza[1]
El sábado 18 de junio, dieciocho novicias vistieron el hábito por primera vez. Una toma de hábito es siempre motivo de alegría. Numerosos familiares y amigos las acompañaron. Para muchos era su primer contacto con la Congregación o incluso su primer contacto con Dios.
El Hábito – Testimonio
El Padre Ricardo Clarey presidió la Santa Misa y predicó sobre el testimonio que debe dar una religiosa: “A todo bautizado está reservada la obligación de dar testimonio de Jesucristo en el mundo actual… Pero de una manera especial es esta una misión que incumbe a las religiosas, a las mujeres consagradas. Nuestro mundo tiene una necesidad grave de este testimonio”.
Y justamente porque este testimonio es grave y urgente, una toma de hábito es para todos nosotros un motivo de tanta alegría. Son dieciocho jóvenes más que irán por el mundo “demostrando” que Dios existe, que hay un Cielo, que esta vida no lo es todo.
La vida de los santos es también prueba de la verdad del Creador, de la vida y de la esperanza de la Vida Eterna. Prueba que –ateniéndonos al Evangelio– Jesús mismo la quiso tal «Brille así vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos» (Mt. 5, 16). Y por tanto, del «ver» el testimonio de quien se toma en serio aquellas palabras y las transforma en hechos se puede uno remontar al «dar gloria» a Dios, al reconocer su existencia.[2]
Estando en Mendoza capital, paré un taxi para que me llevara a la terminal de ómnibus. Ni bien me subí al auto y antes que pudiera decir siquiera buenos días, el chofer, un muchacho joven, me dijo: – ya sé hermana. Me va a retar porque hace mucho que no me confieso. Y comenzó a contarme de su familia, de su hijita que no había bautizado, de cómo él se había alejado de la Iglesia y sin embargo se daba cuenta que tenía que volver, etc., etc. Me pidió oraciones y prometió confesarse.
Sólo por ver un hábito. Nadie le había hablado, le había predicado, el hábito, lo había amonestado, le había recordado a Dios.
El Hábito – Misterio
Los religiosos somos indudablemente testimonio pero también somos misterio. La vida consagrada es un misterio. Y si lo es para los creyentes, cuanto más para los que no lo son. A los ojos del mundo seguir esta vocación es una locura, un desperdicio, un fracaso. Que estas jóvenes vocaciones vistan el hábito – ¡en el año 2011!- es hacer patente esta locura, proclamarla por las calles. Son jóvenes y están felices renunciando a todo: se despojaron de sus bienes, cambiaron su nombre, se cortaron el cabello, dejaron sus vestidos y se vistieron así para siempre. ¿Por qué?, ¿Para qué?.
Estando de peregrinación por Europa, pasaron unas jóvenes y mirándome con desprecio, sin imaginar que yo entendía, dijeron con marcado acento español: “…mira esa ridícula”. Yo me reí. Digamos que tenían razón, ¿qué hacemos en pleno siglo XXI vistiendo así? Ciertamente es locura, pero la locura divina es más sabia que la sabiduría de los hombres.”[3]
Y a pesar de ser misterio y de ser objeto de burlas, el religioso sigue siendo signo innegable de las realidades eternas. Somos una prueba imposible de refutar. Porque el argumento es toda nuestra vida y persona entregadas.“A una teoría se puede responder con otra teoría. Pero, ¿quién podrá impugnar toda una vida?”[4]
¿Cómo no alegrarnos enormemente entonces de que hayan más consagradas que sean testimonios vivos, que lleven el Misterio que trae la felicidad a los hombres?
¿Cómo no asombrarnos ante el “milagro” de las vocaciones? También en este siglo Dios sigue llamando. A pesar de nuestras miserias, a pesar de nuestros pecados, a pesar del mundo que ofrece sus placeres, a pesar del egoísmo reinante, a pesar del hedonismo. Sólo Alguien Omnipotente puede hacerlo. Sólo Alguien sumamente Amable puede conquistar los corazones tironeados por todos esos amores. Sólo Dios puede convencer de embarcarse en semejante empresa.
Le agradezco a Dios que me otorga la gran gracia de ser testigo cada año de este inmenso milagro: el mundo es cada vez más materialista y seductor y sin embargo el Amor de Dios sigue suscitando vocaciones; jóvenes que con toda la vida por delante, dejan casa, hermanos, padre y madre, amigos tierras, riquezas, honores… para dedicar sus vidas por completo a la predicación del Evangelio.
Será porque sólo Él tiene palabras de Vida Eterna.
M. María Madre Virgen
San Rafael 6 de julio del 2011, memoria de Santa Maria Goretti