Roma, 8 de mayo de 2017
Solemnidad de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado
Homilía predicada por el R.P. Gustavo Nieto, Superior General del IVE, en la Santa Misa en honor a Nuestra Señora de Luján
En el día de hoy celebramos la Solemnidad de la Virgen de Luján, Patrona de nuestra Congregación. Por este motivo, en Roma, toda la Familia Religiosa se reunió en la Basílica Santa María la Mayor para la Santa Misa, en donde dimos gracias a nuestra Madre del Cielo por su inmensa Bondad hacia nosotros. El P. Gustavo Nieto, IVE, pronunció el sermón que publicamos a continuación.
Queridos hermanos, quisiera en primer lugar dar gracias a Dios por este hermoso regalo de la providencia, que podamos estar aquí juntos como Familia Religiosa en derredor de nuestra Madre la Virgen de Luján. Para honrar y expresar nuestro amor a quien es la “excelente obra maestra del Altísimo”[1], el “paraíso de Dios”[2] como la llamaba San Luis María y que es, al mismo tiempo… ¡nuestra Madre!
NuestroDirectorio de Espiritualidad dice “que fuimos concebidos en el seno purísimo de María y por eso es nuestra verdadera y propia Madre espiritual”[3]. Más aun, claramente señala: “Hemos nacido del seno de la Virgen, al modo de un cuerpo unido a su cabeza”[4], Cabeza que es Cristo, el Verbo Encarnado. Por eso decimos con toda propiedad que Ella es nuestra Madre y que hay entre nosotros y la Virgen Santísima una unión intimísima, como la de una madre con su hijo, que todo lo espera de Ella, a quien todo le confía.
Y como Madre nuestra, la Virgen de Luján está de hecho toda Ella avocada al bien de nuestras almas ya sea en el orden físico o material, pero sobre todo en el orden espiritual.
Quisiera entonces en este día, contemplando la hermosa imagen de la Purísima y Limpia Concepción de Luján que tenemos aquí, reflexionar junto a Ustedes en la ilimitada confianza que debemos tener en la Virgen Santísima, como verdaderos hijos de Madre tan bendita. Y quisiera hacerlo, si me permiten, mirando a tres elementos que adornan su imagen: la corona, el manto y la luna a sus pies.
1. Corona
La corona imperial original de la Virgen de Luján fue bendecida por el Papa León XIII y colocada sobre las preciosas sienes de nuestra Madre un día como hoy, hace exactamente 130 años, siendo la primera coronación de la imagen de la Virgen en América[5]. Podemos decir, que hoy festejamos, también, ese hecho.
La Virgen de Luján es Reina. Pues Cristo mismo coronó a su dignísima Madre con una corona de doce estrellas y la elevó sobre un trono regio estableciéndola como Reina y Señora de todo lo creado. Y si Reina, es Reina de los Ángeles, de los Apóstoles, de los Mártires, de las Vírgenes, de todos los Santos, de las familias y, por tanto, también de nuestra Familia Religiosa. De hecho, a Ella nuestro Fundador consagró nuestros Institutos y la Tercera Orden[6].
Pero no olvidemos que, si bien es Reina, es una Reina toda dulzura y clemencia, inclinada a hacernos no solo el bien sino únicamente el bien y el máximo bien, a todos y siempre. Y por eso dice nuestro querido San Juan Pablo II: “El título de Reina no sustituye el de Madre: su realeza es un corolario de su peculiar misión materna, y expresa simplemente el poder que le fue conferido para cumplir dicha misión”[7].
Entonces, aun cuando las cruces, la persecución, las contrariedades de cualquier tipo, cuando las fuerzas humanas fallan e incluso, ante el peso de “nuestras faltas y pecados, nadie -es decir, ninguno de nosotros- debe desconfiar de la misericordia de Dios”[8], porque María es Madre y Reina de Misericordia. Y si Reina y Madre, su poder es inmenso.
De ahí que decimos que ante la Santísima Reina desvanecen los poderes de los principados de este mundo, las adversidades, por más amenazantes que sean, languidecen y las penas y cruces más grandes se endulzan.
¡Cuántos milagros ha obrado la Virgen de Luján para convencernos de su formidable poder! Y aunque son muchos quisiera traer aquí el ejemplo que el mismo P. Salvaire, misionero lazarista francés, cuenta acerca de él. Dice que sucedió a fines de 1875, en las pampas argentinas, cuando tenía 28 años. Allí lo tomaron prisionero los indios y lo iban a ejecutar porque lo acusaban de haber traído la plaga de la viruela a esas tierras. Estando rodeado por los indios que cabalgaban con lanzas en la mano haciendo círculos a su alrededor, él solo rezaba y le prometía a la Virgen –ante la cual había rezado en un oratorio antes de empezar su misión– que si se salvaba dedicaría su vida a levantarle un santuario y propagar su devoción. Fue entonces cuando apareció un muchacho de en medio de la turba, quien intercedió ante el cacique para librarlo. Y así, milagrosamente salvado por la intercesión de la Virgen de Luján, este santo sacerdote construyó la Basílica en su honor (la primera iglesia gótica de estilo ojival en la Argentina), escribió un magnífico libro de dos tomos con la historia de la Virgen y fue él mismo quien peticionó la bendición pontificia de la corona para nuestra Madre. Es bueno evocar este hecho en el día de hoy que celebramos un aniversario más de la coronación.
Y así, este ejemplo -como tantos otros que podríamos citar aquí- nos demuestra cómo todos nosotros encontraremos en un rincón del corazón un rayo de esperanza, siempre que invoquemos el auxilio de María. ¡Que el contemplar la corona de nuestra Madre nos recuerde el poder soberano de la Reina de Misericordia siempre!
2. Manto Celeste y Blanco
Y esto me lleva a hablarles del segundo elemento que engalana a la Virgen de Luján, y es su manto.
Porque “según la usanza española, desde los primeros tiempos se la vistió con ropas. Y por ser la Inmaculada Concepción el ropaje es una túnica blanca y un manto azul–celeste”[9].
Este manto de la Virgen es como las alas de la gallina bajo las cuales se cobijan los pollitos. Y nos debe recordar siempre que, como buena Madre, Ella nos quiere a todos en su regazo, unidos bajo su manto, cerca de su Purísimo Corazón tan unido a la fuente de la Vida, nacida en el Gólgota. Por eso todo lo que causa división o dispersión, u obstaculiza la unión, le entristece mucho. ¿Qué madre está contenta si alguno de sus hijos falta? ¡Ah!… Pero si alguno llegase a faltar ¡con cuánta solicitud esta Buena Madre sale en busca de sus hijos! y con miles de delicadezas y acentos maternales, trata de acercarlo nuevamente.
Ejemplo de esto mismo es el hecho que, ya desde el tiempo en que el Negro Manuel cuidaba a la Virgen de Luján, muchas veces al amanecer la encontraba llena de rocío y otras conel manto llenos de abrojos y polvo y algo de barro[10] porque Ella salía durante las noches en busca de sus hijos para rescatarlos de sus vicios, o para hacerse cercana en la penuria de alguno de ellos, para librarlos de algún peligro o para ayudarlos a bien morir. Es que Ella misma quiere prodigarles sus cuidados y alimentarlos y defenderlos y darles todo lo que necesitan. Es más, no consiente que ninguno se aparte desconsolado de su lado o se sienta menos amado. Y así, los santos de todos los tiempos han visto en el manto de la Madre de Dios, un signo elocuente de su protección maternal, de la defensa segura contra todos los males, del amparo ante las insidias del mal. San Alfonso decía: “Acudamos a esta divina Madre, amparémonos bajo su manto, y Ella nos salvará”[11].
San Juan Pablo II afirmaba: “María, glorificada en el cielo […] sigue siendo Madre de todos los hombres, […] hasta el fin de los siglos. En la luz de la gloria divina, ella contempla a todosy a cada unode sus hijos, en todosy en cada uno de los momentosde su existencia”[12].
La Virgen de Luján nos quiere tanto como su poder, y su poder no tiene límites, porque Ella es la Omnipotencia Suplicante, y así nos sigue con su tierna mirada donde quiera que vayamos y a todos nos extiende el manto de su ternura, que nos cobija del frío de la soledad, nos protege del ardor de las pasiones, que nos sirve de refugio contra el maligno y que suaviza los dolores de esta vida.
¡Cuántas veces en nuestra corta historia como Familia Religiosa hemos experimentado el auxilio seguro de la Virgen de Luján, que incluso nos ha hecho progresar en todo! Lo mismo –estoy seguro– podemos decir cada uno de nosotros, de manera personalísima: ¡Cuántas veces la Virgen nos ha salvado de peligros inminentes, nos ha sacado de situaciones dificilísimas, y más aún nos ha concedido favores antes que se lo pidamos!
Cuán apropiada resulta entonces la hermosísima costumbre que nos enseñaron nuestros mayores de besar el manto de la Virgen, que es a la vez un invocar su protección y un corresponder agradecidos a tanto cariño.
Por eso, “¡Que ninguno [de nosotros] se desaliente! ¡Que ninguno se deje extraviar en los momentos de dificultad y de las eventuales derrotas! ¡Que ninguno se deje vencer por la tentación de la inutilidad de los esfuerzos!”[13]. Los colores del manto de nuestra Madre Bendita nos deben hacer elevar la mirada al cielo, donde un día esperamos por toda recompensa abrazarla por toda la eternidad. Su manto azul celeste nos recuerda que el cielo es la meta. Tengamos entonces siempre presente y firmemente arraigado en la mente y en el corazón que tenemos una Madre que vela por nosotros y nos acompaña siempre y que desea –incluso más que nosotros– darnos todo bien. Protegidos bajo el escudo de su manto no tenemos nada que temer.
Por eso, nuestra confianza en la Madre del Cielo debe ser ilimitada, inconmovible, inquebrantable. Sabiendo que Ella no permanece distante, sino que se involucra de lleno y sigue paso a paso cada uno de los pormenores de nuestras vidas.
3. Luna
Finalmente, a los pies de la Santa Imagen hay una media luna de plata, “porque es Mediadora entre Cristo –el Sol– y la Iglesia –la Luna”. Y si es nuestra Mediadora, entonces,“señal de esperanza segura”[14].
El Papa Benedicto XVI explicaba que “la Santísima Virgen María tiene a sus pies la luna, imagen de la muerte y la mortalidad porque Ella ha dejado atrás la muerte, y está completamente revestida de vida, la vida de su Hijo Resucitado. Y así, la Virgen María es signo de la victoria del amor, de la bondad de Dios, dando a nuestro mundo la esperanza que necesita”[15].
Nosotros, miembros de la Iglesia, que peregrinamos “en medio de los consuelos de Dios y las persecuciones del mundo” por llevar al Verbo Encarnado a los hombres, tenemos en la Virgen de Luján a nuestra Madre que incesantemente suplica por nosotros ante el trono de Dios los dones de la salvación[16]. Por eso, aunque la Iglesia sufra sus reveses, siempre sale vencedora[17] -afirmaba el Papa Benedicto-, ya que por la intercesión poderosísima de la Madre no pueden triunfar sobre quienes a Ella se encomiendan, incluso “a pesar de sus pobres fuerzas, a pesar de su poquedad, a pesar de su debilidad, ni el Maligno, ni los que son del Maligno. Es una oración de la Madre y, por tanto, es una oración que el Hijo, por así decirlo, está obligado a escuchar”[18].
Y la Virgen ¡ciertamente que escucha las oraciones! Miren a su alrededor. Cada uno de nosotros es la confirmación viva y la prueba palpable de que la Virgen de Luján escucha las oraciones. ¿No fue acaso a Ella a quien el P. Buela le pidió la gracia de poder acompañar muchas vocaciones? ¡Miren cuán atenta y generosa Madre es la Virgen!
Entonces, si la Virgen no solo es nuestra Reina y Madre, sino también nuestra poderosa Intercesora, ¿por qué temer? San Juan Pablo II, cuando visitó la Argentina se refería a la Virgen de Luján llamándola la “Virgen de la Esperanza”[19], por quien “nos llegó la salvación y la esperanza de un mundo nuevo”[20].
Esta imagen de la Virgen de Luján, presente en nuestras comunidades, en todas nuestras misiones, en países tan distantes y en culturas tan diversas, nos ayuda a clavar en el alma, esta realidad que sin duda refuerza nuestra esperanza: la de la “certeza en la protección materna de la Virgen” donde quiera que vayamos y cualesquiera sean las circunstancias, ya individualmente hablando, ya como Instituto. Su presencia entre nosotros parece decirnos: “¿No estoy acaso yo aquí que soy tu Madre?”
Por eso, hoy y siempre, “ahora y en el futuro”, “Ella es toda nuestra esperanza porque es la Madre del que es ‘nuestra esperanza’”[21].
San Juan Bosco le escribía a uno de sus misioneros que estaba un poco desalentado diciéndole: “¡Hay que trabajar! Piense en morir en el campo de trabajo como buen soldado de Cristo. ¿No valgo para nada? Todo lo puedo en Aquel que me conforta. ¿Hay espinas? Con las espinas transformadas en flores los ángeles tejerán para Usted una corona en el cielo. ¿Los tiempos son difíciles? Siempre fueron así, pero Dios nunca faltó con su ayuda. Cristo es el mismo ayer y hoy”[22]. Y nosotros sabemos que esa ayuda nos viene indefectiblemente por las manos virginales de María Santísima. Por eso sigamos siempre adelante, siempre haciendo el bien, sin amedrentarnos, confiados en la ayuda y protección de María.
Y también el mismo santo, en otra oportunidad, “en 1862 le confiaba a Don Cagliero: ‘Corren tiempos tan tristes, que necesitamos precisamente que la Virgen nos ayude a conservar la fe cristiana’. Y San Juan Pablo II, reflexionando precisamente sobre el dicho de Don Bosco comentó: “Son [estas] palabras graves y serias que también hoy podemos repetir, consolidando cada vez más nuestro amor y nuestra confianza en María. Confiad en María. Confiad a sus cuidados maternos cada día vuestras actividades y preocupaciones.”[23]
Y eso mismo queremos hacer: A Ella le confiamos todas las actividades, todas nuestras misiones y todas las preocupaciones de nuestra Familia Religiosa. De manera particular, a Ella le confiamos los religiosos que en el día de hoy realizarán sus votos perpetuos, haciendo ofrenda total de su vida a Jesús, por medio de su Madre.
Sea siempre ésta nuestra actitud: la de una confianza irrestricta y de un amor inmenso y tierno a la Madre de Dios.
A la Virgen de Luján le pedimos que nos alcance esta gracia de su Hijo. Y también la pedimos por intercesión del Padre Espiritual de Nuestra Familia Religiosa, nuestro querido San Juan Pablo II.
[1]San Luis María Gringnon de Montfort, Tratado de la Verdadera Devoción, 5.
[2]San Luis María Gringnon de Montfort,El Secreto de María, 19.
[3]Cf. Directorio de Espiritualidad, 79.
[4]Ibidem; op. cit. San Pio X, Ad Diem illum laetissimum, 5.
[5]Incluso la coronación de la Virgen de Guadalupe fue posterior, en 1895.
[6]P. Carlos Buela, IVE, Servidoras III, II Parte, Cap. 1. 1.
[7]Audiencia General, 23 de julio de 1997.
[8]P. Carlos Buela, IVE, Servidoras IV, III Parte, Cap. 1.1.2.
[9]Cf. P. Carlos Buela, IVE, María de Luján, Misterio de la Mujer que espera, p. 22.
[10]Ibidem, p. 114.
[11]San Alfonso María de Ligorio, Preparación para la Muerte, Cap. 32.
[12]Mensaje en el Centenario de la Coronación de la Virgen de la Aparecida, 17 de julio de 2004.
[13]Cf. San Juan Pablo II, Al capítulo general de los Salesianos, 3 de abril de 1984.
[14]Cf. P. Carlos Buela, IVE, María de Lujan, Misterio de la Mujer que espera, p. 18.
[15]Cf. Benedicto XVI,Homilía en la Procesión con antorchas en Lourdes, 13 de septiembre de 2008.
[16]Cf. Lumen Gentium, 62.
[17]Cf. Benedicto XVI,Acto de veneración a la Inmaculada en la Plaza de España, 8 de diciembre de 2011.
[18]Cf. P. Carlos Buela, IVE, Servidoras III, II Parte, Cap. 1. 1.
[19]San Juan Pablo II, Acto de Consagración a la Virgen de Lujan, 12 de abril de 1987.
[20]Ángelus, 12 de abril de 1987.
[21]P. Carlos Buela, IVE, Sacerdotes para siempre,Parte I, Cap. 3, 7.
[22]Turín, 25 de octubre 1878.
[23]San Juan Pablo II, Al capítulo general de los Salesianos, 3 de abril de 1984.
Profesiones Perpetuas y Primeros Votos de las Servidoras en Ucrania
Por gracia de Dios, seis Servidoras ucranianas, sellaron definitivamente su unión con Dios en nuestro Instituto, mediante la profesión perpetua de sus votos religiosos en la Santa Misa en honor a la Virgen de Luján celebrada esta mañana en la Catedral de la Resurrección en Ivano-Frankivsk por el Obispo del lugar, Mons. Volodymyr Viytyshyn. Para esta ocasión, viajaron desde Roma las Madres Mary of the Sacred Heart Gaes, Vicaria General y María Orante Pildain, Secretaria general. Encomendamos a las oraciones de todos a estas nuevas profesas perpetuas.
– Maria Filotea (Amada de Dios) Skrypnyk – Prefecta del Estudiantado Internacional, Italia.
– Maria Kejaritomene (Llena de las Gracias) Melnyk – Maestra de Aspirantes, Ucrania.
– Maria Boholubyva (La que ama a Dios) Kharkava – Ucrania.
– Maria Vsediva (Siempre Virgen) Glum – Rusia.
– Maria Sviatoi Sofii (De Santa Sofia, Sabiduria Divina) Freyishyn – Islandia.
– Maria Upovannia (de la Confianza) Zagurska – Rusia.
En la misma ceremonia, siete novicias hicieron sus primeros votos. Ellas son:
– Maria Maty Slova (Madre del Verbo) Ostash
– Maria Lubovi (de la Caridad) Fedys
– Maria Taiemnytsia nashoi Radosti (Misterio de nuestra alegría) Yaremko
– Maria Ahntsia (del Cordero) Volosetska
– Maria Maty Myloserdia (Madre de la Misericordia) Len
– Maria Vozdvyzjennia Jresta (de la exaltación de la Cruz) Kiiashko
– Maria Bihomdana (Don de Dios) Shatruk
Crónica de la Fundación del Aspirantado “Beata Jacinta Marto” en Paraguay
En el marco del Centenario de las Apariciones de la Santísima Virgen María a los Pastorcitos en Fátima (Portugal), las Servidoras hemos concretado diversas fundaciones, todas ellas con alguna invocación de este hecho extraordinario y de tanta actualidad. Recientemente, nuestras hermanas en Paraguay han iniciado con el Aspirantado bajo el patrocinio de la Pastorcita Jacinta, quien junto a su hermano Francisco será canonizada el próximo 13 de mayo. Con una crónica, las hermanas nos cuentan los comienzos de esta importante misión.
“Llamó a los que Él quiso”
He aquí el íntimo misterio de toda alma llamada. Jesús atrae hacia sí a muchas almas con las palabras del Evangelio:ve, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres, luego ven, y sígueme. El Papa San Juan Pablo II afirma que el sígueme de Cristo “se hace sentir la mayoría de las veces ya en la época de la juventud, y, a veces, se advierte incluso en la niñez”[1].
Por gracia de Dios, el día viernes 28 de abril, se dio comienzo a una nueva casa de formación de las Servidoras en Paraguay: el Aspirantado, que lleva como patrona a la “Beata Jacinta Marto”, una de los tres pastorcitos elegidos por la Virgen María para manifestarse y hacerles comprender la necesidad de la oración y del sacrificio por la salvación de las almas.
Para tal ocasión recibimos algunas visitas: la Madre Harissa (nuestra Superiora Provincial), el P. Fernando Vicchi (Superior Provincial del IVE), y la comunidad de hermanas de Brasil que misionan en Mato Grosso do sul, junto a un sacerdote del IVE que las acompañaba.
La apertura comenzó con la Santa Misa, en donde dos hermanas renovaron su profesión de votos simples. Luego, el P. Fernando Vicchi predicó sobre la vocación religiosa, refiriéndose principalmente a la importancia del Aspirantado.
Al finalizar la Santa Misa nos dirigimos a continuar con los festejos en el Aspirantado, donde con mucha esfuerzo y alegría nos esperaban las aspirantes con un tradicional “fogón” organizado por ellas. Cabe destacar la alegría y generosidad de los familiares de las aspirantes, quienes con mirada sobrenatural entregaron sus hijas a Dios.
Agradecemos principalmente a Dios por la enorme gracia de poder comenzar con esta casa de formación para estas hermosas almas, elegidas por Él. Jesús tiene claras y profundas intuiciones en la elección de las almas, tiene toques admirables para atraerlas hacia sí, para entusiasmarlas con las cosas del cielo pata apartarlas de las ataduras de los amores terrenales.
De manera especial, queremos dar gracias también a las personas que hicieron posible la apertura de esta casa, tanto por parte del Instituto como por parte de la ayuda material que, con mucho esfuerzo y sacrificio, muchos ofrecieron para poder dar inicio a esta fundación, lo cual nos da a entender cómo Dios ama de modo especial a aquellos que se entregan a su servicio desde la primera juventud.
Encomendamos a sus oraciones a las aspirantes y a las niñas que están pidiendo ingresar. La Santísima Virgen cuide estas almas para que perseveren en su vocación, y para que muchas almas concreten el seguimiento de Cristo desde su juventud, ya que como dice el Papa Francisco “Es necesario jugarse la juventud por grandes ideales”.
En Cristo y María
Servidoras de Señor y de la Virgen de Matará, misioneras en las tierras rojas del Paraguay
[1]Juan Pablo II, Carta Apost. Dilecti Amici, (31/03/1985), 8.